Por: Javier Ahumada Bolívar
En el corazón del barrio Ciudadela 20 de Julio, al sur occidente de la ciudad de Barranquilla, camuflada entre las viviendas de dos pisos, se erige la iglesia Stars Arenas. No tiene nombre en su fachada, pero la reconocen como la iglesia de los jóvenes.
Aunque desde las 7:00 a.m. el local sirve para celebrar dos servicios familiares de la iglesia La Gran Cosecha; a partir de la 11:00 a.m., comienza un ambiente diferente en la terraza de la casa blanca, ubicada en un altillo. Saludos, abrazos, carcajadas estrepitosas, gozo y alegría es lo que se respira. Son los jóvenes de Stars Arenas, algunos formalitos y conservadores, otros con pantalones rotos en las rodillas, tatuados, con el pelo pintado y aretes, pero todos con un mismo sentir: Adorar al Señor y recibir sus enseñanzas.
“Dios no mira como nos vestimos, Él mira es el corazón, por eso nuestra motivación está relacionada con dignificar vidas, así hemos sido formados, después que alguien se decide por el amor de Dios los frutos serán evidentes en todas las áreas de su vida”, comenta Mayra Arroyo, que está con ellos desde que inició Stars Arenas.
Hoy son más de 200 jóvenes, entre los 15 y 25 años de edad, los que cada domingo se reúnen, varios de ellos rescatados de diferentes adiciones y la delincuencia.
Adentro comienza a sonar la batería y poco a poco se van adentrando al interior. Es una sala pequeña, al fondo hay un escenario donde se acomodan los músicos, en las paredes pintadas de negro sobresale el nombre “Jesús” en letras blancas, y de cuando en cuando le llegan rayos de luces de diferentes colores. Después de las alabanzas comienza la palabra, a cargo de Jabín Cáceres, pastor de esta comunidad. “La Gracia y el Toxico”: este fue el título del mensaje del domingo que asistí para hacer esta nota y así son todas las temáticas, interesantes y enfocadas en las necesidades de esta generación.
Jabín Cáceres es un joven apasionado por la Palabra de Dios, desde niño. Nos comentó que hace 15 años aproximadamente pasaba por el estadio Metropolitano y observó un culto de jóvenes al aire libre; desde ese día comenzó a consolidar la idea de hacer una iglesia exclusiva de jóvenes.
Pero fue hace cuatro años que el Señor lo levantó de madrugada, le dio las instrucciones y se inició en firme esta aventura que ha dado frutos inimaginables.
Al principio se hacía una vez al mes. La labor se desarrollaba básicamente visitando a los muchachos en las casas. “Después de un tiempo nos dimos cuenta que era necesario reunirnos todos en un mismo lugar y así surgió la escuela dominical”, dice el pastor Jabín.
Hoy son más de 200 jóvenes, entre los 15 y 25 años de edad, los que cada domingo se reúnen, varios de ellos rescatados de diferentes adiciones y la delincuencia. “Aquí hacemos lo posible por que los que llegan sean bien recibidos, como lo haría Jesús, no sacamos prejuicios por su apariencia o estado, el trabajo de la iglesia no es rechazar, sino acoger, amar y abrazar”. Añadió Jabín, quien evidentemente ama el sueño que Dios ha colocado en su corazón.
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