No cumplir lo que el niño emperador ordena, significa desatar episodios de ira, pataletas, berrinches, agresiones verbales y físicas
El síndrome del emperador, del niño rey o del niño tirano son los nombres con los cuales se conoce un comportamiento muy común y frecuente en los niños, donde estos dominan a sus padres y presentan conductas de faltas de respeto, gritos, insultos y en muchos casos golpes.
El comportamiento de autoridad que deben tener los padres, lo tienen en este caso los hijos, es decir, los papeles se intercambian, los hijos son los que tienen la máxima autoridad y los padres no tienen derecho de imponer normas o sanciones ante alguna falta.
Desde que se considera maltrato, a algunos castigos, como tirar de la oreja o una palmada en la mano, brazo o pierna, los padres se intimidaron y los niños vieron una oportunidad para la manipulación. Esto trajo como consecuencia, que los niños crezcan con hostilidad y convencidos de que son una figura de autoridad en la familia.
Los niños con este síndrome siempre querrán decir que deben hacer los demás, dirá lo que quiere comer, a donde ir él y la familia, que observar en el televisor, que música escuchar, que jugar. En resumen, el dará todas las pautas de que, como y cuando tanto de él, como de las personas que lo rodean. Esto sucede porque no experimentan ninguna emoción ni sentimiento que estén relacionados con colocarse en el lugar de los demás, o pensar que quieren los demás.
No cumplir lo que el niño emperador ordena, significa desatar episodios de ira, pataletas, berrinches, agresiones verbales y físicas. Son muchos los padres que presentan una actitud pasiva y calmada ante el comportamiento de sus hijos, el cual promueve que los niños asuman el control de la autoridad a muy temprana edad. Sin medir las consecuencias que tarde o temprano se les van a presentar.
Los niños con este tipo de síntoma no saben lo que significa respetar y perdonar, lo que los hace seres retadores y provocadores con un solo fin en su vida y es el de tener a todos y todo rendido a sus pies.
Tomar la decisión de traer un hijo al mundo, implica una gran compromiso, educarlos es una de las principales tareas que dependen principalmente de los padres. Evitar que el niño que presente este síndrome llegue hasta la adolescencia es de suma importancia pues en esta etapa las acciones y consecuencias sobrepasan cualquier límite y pueden ocasionar mayores dificultades.
Cultivar y enseñar la responsabilidad y el respeto por los demás son aspectos de suma importancia, seguidos del valor de las cosas y del esfuerzo que se realiza para obtenerlas. Establecer límites coherentes es muy necesario para la formación de personas que se van a relacionar con el mundo.
La biblia nos enseña en Proverbios 29:15 que: “La vara y la corrección dan sabiduría; mas el muchacho consentido avergonzará a su madre”. Además, Proverbios 22:6, nos invita a formar a nuestros hijos en sus primeros años que son de formación para toda la vida. “Instruye al niño en su camino, Y aun cuando fuere viejo no se apartará de él”. Sabios consejos de parte de Dios.
Específicamente, los niños con este síndrome presentan los siguientes comportamientos:
- Cero tolerancia a estar incómodos, fastidiados o cansados, sobre todo si esto es generado por algún desengaño, aburrimiento, frustración o la negativa de recibir algo que solicito. Lo que genera comportamientos de ira, violencia, berrinches y/o enfados.
- Al enfrentarse a situaciones contrarias no presentan ninguna opción para su solución o para enfrentar el problema.
- No asumen ni observan cómo sus comportamientos y conductas tienen un efecto sobre los demás, no son empáticos.
- Reclaman y exigen mucha atención, tanto de sus padres como de todas las personas que los rodean. Mientras más atención tienen, más exigen.
- Generalmente, presentan una baja autoestima, presentan mucha ansiedad, rabia y tristeza.
- Consideran a sus padres personas injustas y malvadas. Refutan y contradicen las normas con sus progenitores, impulsando el sentimiento de culpa para que accedan y consientan aún más privilegios.
- Exigen más allá del límite, y una vez que obtienen lo que quieren se muestran con insatisfacción y se enfocan en querer más u otras cosas.
- Son extremadamente egocéntricos y se creen el centro de atención del universo.
- Tienen una idea equivocada de lo que merecen o lo que les pertenece y creen que todos los que está en torno a él tienen el deber de suministrarle.
- Tienden a culpar a los demás de sus comportamientos o acciones y quieren justificar sus conductas externamente, confiando que sea otro y no él quien solucione sus problemas.
- Generalmente, no presentan remordimientos ni culpa de sus malos actos.
- Tienen problemas de adaptación en la escuela y en sus vivencias fuera del grupo familiar. Tienen muchos problemas con las normas y las figuras de autoridad.
- Tienen una gran visión para determinar las debilidades en los demás.
Consejos para los padres
– Los expertos nos dicen que lo fundamental es detectarlo cuanto antes para poder poner freno a esta situación, ya sea en la familia o con la ayuda de un especialista.
– Reconocer el problema y afrontarlo es básico, no hay que ocultar o menospreciar el problema, no se trata de un niño desobediente, sino de un niño tirano.
– El niño ha de tener normas y límites que le permitan saber hasta dónde llegar. Y además los padres hemos de cumplirlas
– Nunca perder la paciencia, ni gritar o amenazar, no hay que ponerse a la altura del niño. Es preferible no prestar atención mientras que su conducta sea agresiva o amenazante. Podemos decirle: “Me has decepcionado, no te haré caso mientras te comportes así” y no dar más explicaciones en ese momento.
– El niño ha de estar regido por una serie de rutinas diarias fijas y tareas que debe cumplir.
– Si hemos dicho que no iremos al parque de atracciones o que no le compraremos una bolsa de patatas, hemos de cumplirlo, mantenernos seguros de la decisión que hemos tomado.
– Reforzar positivamente sus buenas conductas y hacerle ver lo bien que lo hizo.
Guía Infantil – Psonríe
Sé el primero en comentar