En un país marcado por la diversidad de pensamientos y creencias, el pasado 29 de octubre, los ciudadanos de Colombia ejercieron su derecho más sagrado: votar en las elecciones. Esta jornada electoral no es simplemente un proceso político, sino un deber moral ante Dios y los hombres. La relevancia de reconocer las elecciones como un derecho ciudadano y un deber con la divinidad es un tema que merece nuestra atención y reflexión.
Desde un enfoque cristiano, reconocemos que las elecciones son una manifestación de la voluntad divina. En las Sagradas Escrituras, se nos enseña en Proverbios 29:2 que “cuando los justos gobiernan, el pueblo se alegra; pero cuando los impíos dominan, el pueblo gime”. Este versículo nos insta a considerar cuidadosamente a quién confiamos el poder de gobernar y cómo esas decisiones impactan en nuestra sociedad.
Es fundamental destacar la importancia del respeto mutuo entre las diferentes ideologías políticas. La diversidad de opiniones es un reflejo de la riqueza de nuestra sociedad, y es sano respetar los pensamientos de derecha, izquierda y centro. La empatía política, la capacidad de entender y respetar las creencias y perspectivas de los demás, es esencial para construir una nación unida.
La Biblia nos enseña en Romanos 12:10 a “amarse los unos a los otros con amor fraternal; en cuanto a honra, prefiriéndose los unos a los otros”. Este principio nos guía a respetar incluso a aquellos cuyas opiniones difieren de las nuestras. Es imperativo recordar que el respeto y la empatía son las bases de una sociedad justa y armoniosa.
Además, cada candidato electo tiene la responsabilidad de ejercer sus funciones de manera transparente y clara. En 1 Corintios 4:2, se nos recuerda que “ahora bien, se requiere de los administradores que cada uno sea hallado fiel“. Los líderes políticos son administradores del poder conferido por el pueblo y, por ende, tienen una responsabilidad directa con Dios y con las personas que representan.
Es crucial que se tomen medidas para garantizar la transparencia y la rendición de cuentas en el ejercicio de las funciones públicas. Los ciudadanos tienen derecho a exigir que los funcionarios sean responsables por sus acciones y que rindan cuentas por cualquier acto de corrupción o abuso de poder.
Además, es importante recordar que los funcionarios públicos deben ser competentes en sus áreas de trabajo. No es suficiente ocupar un cargo por razones políticas o de amiguismo. Deben tener el conocimiento y la experiencia necesarios para desempeñar eficazmente sus funciones.
Finalmente, reflexionemos profundamente sobre el futuro de nuestra nación. La mejora de Colombia depende de nuestra unidad y colaboración como ciudadanos. No importa nuestras diferencias ideológicas; juntos, como un pueblo unido, podemos superar los desafíos que enfrentamos. Recordemos las palabras de Filipenses 2:3-4: “Nada hagan por egoísmo o por vanidad; más bien, con humildad consideren a los demás como superiores a ustedes mismos. Cada uno debe velar no solo por sus propios intereses, sino también por los intereses de los demás”.
En conclusión, nuestras elecciones y nuestro respeto mutuo son los cimientos sobre los cuales se construye el futuro de Colombia. Que cada uno de nosotros, como buenos ciudadanos y fieles creyentes, se comprometa a trabajar juntos por el bienestar de nuestra nación. Solo a través de la unidad, el respeto y la empatía, guiados por los principios divinos, podemos alcanzar la paz y la prosperidad que anhelamos como sociedad.
Escrito por:
Joel David Serrano Márquez Administrador de Empresas. Teólogo Bíblico Ministerial. Especialista en Gerencia de Producción y Operaciones Logísticas. Maestrante en Inteligencia de Negocios.
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