Parábola de las diez vírgenes
El capítulo 25 del Evangelio de Mateo continúa el discurso profético de Jesús en el monte de los Olivos. En él se presentan tres enseñanzas sobre su segunda venida y el fin del mundo: la parábola de las diez vírgenes, la parábola de los talentos y la descripción del día del juicio. La primera parábola nos invita a reflexionar sobre la vigilancia, la preparación y la autenticidad de nuestra fe.
Mateo 25: 1-13
1 Entonces el reino de los cielos será semejante a diez vírgenes que tomando sus lámparas, salieron a recibir al esposo.
2 Cinco de ellas eran prudentes y cinco insensatas.
3 Las insensatas, tomando sus lámparas, no tomaron consigo aceite;
4 mas las prudentes tomaron aceite en sus vasijas, juntamente con sus lámparas.
5 Y tardándose el esposo, cabecearon todas y se durmieron.
6 Y a la media noche se oyó un clamor: ¡Aquí viene el esposo; salid a recibirle!
7 Entonces todas aquellas vírgenes se levantaron, y arreglaron sus lámparas.
8 Y las insensatas dijeron a las prudentes: Dadnos de vuestro aceite; porque nuestras lámparas se apagan.
9 Mas las prudentes respondieron diciendo: Para que no nos falte a nosotras y a vosotras, id más bien a los que venden, y comprad para vosotras mismas.
10 Pero mientras ellas iban a comprar, vino el esposo; y las que estaban preparadas entraron con él a las bodas; y se cerró la puerta.
11 Después vinieron también las otras vírgenes, diciendo: ¡Señor, señor, ábrenos!
12 Mas él, respondiendo, dijo: De cierto os digo, que no os conozco.
13 Velad, pues, porque no sabéis el día ni la hora en que el Hijo del Hombre ha de venir.
El capítulo que empieza con los versículos arriba descritos contiene la continuación del discurso profético que nuestro Señor pronunció en el monte de las Olivas. Los acontecimientos a que hace alusión desde el principio hasta el fin son el segundo advenimiento, y el fin del mundo. Puede dividirse el capítulo en tres partes. En la primera nuestro Señor alude a su segunda venida como un acontecimiento que debe inducir al hombre a velar y a ser sincero en su religión; y hace esa alusión por medio de la parábola de las diez vírgenes. En la segunda, alude al mismo acontecimiento para exhortar a la actividad y a la fidelidad; y esto por medio de la parábola de los talentos. En la tercera, que es un pasaje que en cuanto a belleza y sublimidad no tienen igual en el Nuevo Testamento, se concluyeel discurso por medio de una descripción del día del juicio.

Examinemos las verdades que en la parábola de las diez vírgenes se nos enseñan.
1. Que cuando el segundo advenimiento tenga lugar, la iglesia será una corporación mixta, en la cual habrá bien y mal.
Comparase la iglesia a diez vírgenes que tomando sus lámparas salieron a recibir al esposo. Todas, pues, tenían lámparas, pero solo cinco de ellas tenían aceite para mantener viva la llama. Todas profesaban el encaminarse hacia un mismo objeto, pero solo cinco de ellas eran verdaderamente prudentes y las demás eran insensatas. En el mismo estado precisamente se encuentra la iglesia visible. Todos sus miembros han sido bautizados en el nombre de Jesu-Cristo, pero no todos oyen su voz y le siguen. Que así es al presente, nuestros propios ojos nos lo están diciendo: que así será en el segundo advenimiento, el Señor mismo lo ha anunciado.
2. Que la segunda venida de Cristo cogerá a los hombres de sorpresa.
Se nos dice en la parábola que a media noche, cuando las vírgenes dormían, oyóseun grito: “He aquí, el esposo viene, salid a recibirle.” Lo mismo acontecerá cuando Jesús descienda de nuevo al mundo. La mayor parte de la humanidad estará desprevenida y sumida en la incredulidad, y muchos de los creyentes se habrán entregado a la indiferencia y el abandono. Los negocios seguirán su curso ordinario, como se observa en nuestros días; la política, el comercio, la agricultura, las diversiones ocuparán la atención de los hombres; los ricos continuarán en la opulencia y los pobres seguirán quejándose; las iglesias estarán divididas por asuntos baladíes y las controversias teológicas no habrán calmado su furor; los ministros continuarán exhortando al arrepentimiento, y las congregaciones vacilarán como antes. En medio de toda esa agitación aparecerá el Hijo del Eterno. En la hora menos pensada, se mandará al mundo en su asombro que abandone todos sus quehaceres y recreaciones y se presente ante su rey. Hay en esto algo muy terrible; mas así está escrito. Con razón dijo un ministro poco antes de expirar: “Todos nosotros estamos apenas medio despiertos.”
3. Que en el segundo advenimiento muchos hombres reconocerán la importancia de la verdadera religión cuando ya fuere demasiado tarde para ello.
Cuando el esposo se presentó las vírgenes insensatas dijeron a las prudentes: “Dadnos de vuestro aceite, porque nuestras lámparas se apagan.” Mas como las prudentes no tuviesen aceite de sobra, las insensatas tuvieron que ir a comprar para sí. Cuando regresaron la puerta estaba cerrada, y aunque rogaron que se les abriera, sus súplicas fueron vanas. “Señor, señor,” exclamaron, “ábrenos.”
Es bien seguro que algún día habrá un cambio de pareceres en cuanto a la importancia de la decisión y firmeza en la cuestión religiosa. Que el pecado es execrable, que todos los hombres necesitan de un Salvador: he aquí algunas de las verdades que se presentarán entonces ante la mente del hombre con la rapidez y esplendor del relámpago. Mas, ay, eso tendrá lugar demasiado tarde! Los errores que no se descubrieren sino hasta entonces son irremediables.
4. Que en el segundo advenimiento los verdaderos cristianos serán abundantemente recompensados por todo lo que hubieran sufrido por amor de su Maestro.
Cuando el esposo se presentó, las vírgenes que estaban apercibidas entraron con él a las bodas, y se cerró la puerta.
Solo los verdaderos cristianos estarán listos en el segundo advenimiento. Purificados con la sangre expiatoria, revestidos de la justicia de Cristo y renovados por el Espíritu, saldrán llenos de valor a encontrar al Señor, y se sentarán a las bodas del Cordero.
Estarán con su Señor, con aquel Ser que los amó tanto que dio su vida por ellos; con el Ser que sobrellevó sus debilidades y los guío durante su peregrinación en la tierra; con el Salvador a quien amaron de corazón y obedecieron con fidelidad, si bien de una manera imperfecta, y a costa de muchas lágrimas.
La puerta será cerrada, cerrada para el dolor y la tristeza, cerrada para un mundo impío y cruel, cerrada para un adversario tentador, cerrada para no ser abierta jamás. Que perspectiva tan gloriosa!

Escrito por: JOSE L. ANGULO MENCO, filosofo, escritor, especialista en Ciencias Religiosas y Sagradas Escrituras y docente universitario.
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