Sí, con ese desenlace final, todo parece una película cuyo libreto habría sido escrito por la divina providencia. Y para ello escogió un pequeño pueblo macondiano —de los de Gabo— de La Guajira, sumido en una enorme pobreza social al lado de la gran riqueza natural de la mina de Carbón a cielo abierto más grande del mundo. La corrupción no podía faltar.
Allí, en Barrancas, nace Lucho Díaz –mitad Wayuu, mitad hombre blanco (alijuna)– como gran parte de las familias oriundas de este departamento desértico que padece el hambre y la falta de agua que mata a sus niños.
De hecho, Lucho –iniciado y entrenando en el fútbol por su propio padre: “Mane”– es convocado en Bogotá por el “Pibe” Valderrama para conformar la selección que representó a Colombia en la “Copa Americana de Pueblos Indígenas”, en Chile. También directivos de la Academia de Fútbol del Pibe lo trajeron a Barranquilla a un torneo de Asefal representando a El Cerrejón.
Su paso por el Barranquilla fútbol club, el Junior y luego su viaje a Europa para integrarse al Porto y, más recientemente, al Liverpool, forman parte de una carrera vertiginosa y ascendente debido a sus excelsas condiciones y capacidades que comparte con sus presentaciones con la selección nacional.
La trama se complica cuando su vida triunfante se ve afectada por el secuestro de sus padres en su pueblo natal un día antes de las recientes elecciones. La incredulidad por la liberación de solo su madre se convierte en incertidumbre y poco después en indignación al saber que eran los del ELN –el movimiento guerrillero que estaba sentado en la mesa con el gobierno nacional dialogando sobre la paz– los autores del plagio. La prolongada liberación de su padre no fue obstáculo para que él consiguiera un gol importante con su equipo en Europa. Otra de las virtudes que da el fútbol: el manejo de las frustraciones, el sobreponerse al dolor, la resiliencia y la inteligencia emocional.
La liberación de su padre y el reencuentro familiar en Barranquilla unos días antes del crucial compromiso ante el pentacampeón Brasil forman parte de uno de los capítulos más tiernos y emocionantes de esta historia.
Lo que vino después: los 2 goles de un partido casi perdido, al que le faltaban solo 15 minutos, ante la selección carioca que por primera vez en la historia es derrotada por Colombia en una eliminatoria a un mundial, desencadenó la apoteosis de una afición y de un país que necesitaba saber, otra vez, lo que significa estar unidos en torno a un propósito nacional.
No sabemos realmente cómo terminarán las eliminatorias y si la selección Colombia clasificará finalmente al mundial de Norteamérica en el 2026 –lo cual todos creemos y deseamos– pero el partido contra Brasil quedará grabado en el corazón de los colombianos porque significó la manifestación sublime de un humilde deportista en contra del aberrante delito del secuestro y un grito unánime y firme clamando, a nombre de todo el país, libertad y respeto por la vida.
Muy seguramente, las conversaciones que ha venido adelantando el gobierno con el ELN – si es que continúan- ya no volverán a ser las mismas.
Mientras, los padres de Lucho –cuyo pase vale hoy más de 75 millones de Euros, siendo el jugador número 34 en el Ranking mundial– después del memorable partido, viajaron en un avión fletado por el Liverpool a Londres y pasarán con él allá la Navidad.
¡¡Como en un final de película…!!
Por Víctor Herrera Michel Abogado-Periodista. Director Noticiero de la Gente-LA VOZ DE LA PATRIA CELESTIAL. Premio nacional de periodismo ANALDEX/PROEXPORT 2012. Escritor. Columnista. @vherreram
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