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Es muy frecuente escuchar en las iglesias evangélicas de hoy, a connotados pastores, enseñar el Evangelio de Cristo de la siguiente manera: “Ya los mandamientos de la ley de Dios no son diez, sino solamente dos: Amor a Dios y Amor al prójimo”. “Ya la antigua Ley de los diez Mandamientos, el decálogo, la Ley dada en el monte Sinaí, está abolida. Ya no tienes que preocuparte hoy —querido hermano— sino de amar a Dios y amar a tu prójimo”. Pueden suceder dos cosas: O ellos (los pastores) no están estudiando la palabra de Dios como es, o se han inventado “otro evangelio” como dijo San Pablo en Gálatas 1:7 y “no que haya otro evangelio, sino que hay algunos que os perturban y quieren pervertir el evangelio de Cristo.” Voy a explicarles a estos líderes o dirigentes, cómo es la cuestión, a fin de que entiendan, aunque por contumacia o terquedad yo sé que lo van a rechazar. Mira mi querido pastor: Jesucristo dijo “Porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ninguna jota, ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido”. (Mateo 5,18). ¿Qué nos dice esta palabra? Que la ley de Dios es eterna, y por consiguiente inmutable. No puede cambiar ni ser cambiada mucho menos por hombres. Cuando Moisés recibió en el Sinaí de mano de los ángeles los diez mandamientos promulgados por Dios, estos estaban contenidos en dos tablas de piedra (señal de que serían inmodificables). Pues bien: la primera tabla contenía solo cuatro mandamientos, que son los mandamientos relativos al amor a Dios. 1. No tendrán dioses ajenos delante de mí. 2. No harás para ti escultura, ni imagen alguna de cosa que está arriba en los cielos, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas ni las servirás. 3. No tomarás el nombre de Jehová tu Dios en vano, porque Jehová no dará por inocente al que tome su nombre en vano. 4. “Acuérdate del sábado para santificarlo. Seis días trabajarás y harás toda tu obra: más el séptimo día es reposo a Jehová tu Dios, ninguna obra harás tú…”. La segunda tabla contenía los seis mandamientos relativos al amor al prójimo: 5. Honra a tu padre y a tu madre, como Jehová tu Dios te ha mandado, para que sean prolongados tus días, y para que te vaya bien sobre la tierra que Jehová tu Dios te da. 6. No matarás. 7. No cometerás adulterio. 8. No hurtarás. 9. No dirás falso testimonio contra tu prójimo. 10. No codiciarás la mujer de tu prójimo, ni desearás la casa de tu prójimo, ni su tierra, ni su siervo, ni su sierva, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna de tu prójimo. Ahora escuchemos lo que dice Romanos 13: 9 “Porque: no adulterarás, no matarás, no hurtarás, no dirás falso testimonio, no codiciarás, y cualquier otro mandamiento, en esta sentencia se resume: Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. El versículo, dice, claramente se resume. De manera que los diez mandamientos no es que ahora sean dos, sino que se resumen en dos. Subrayamos el término resumen para que quede claro a los pastores o dirigentes. Ahora bien, en el Nuevo Testamento, dice Dios, por boca de Juan el evangelista: “Si me amáis guardad mis mandamientos” (14:15). “El que dice: Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, él tal es mentiroso, y la verdad no está en él” (1 Jn. 2A). Al decir “sus mandamientos”, se refiere a los diez mandamientos de la ley de Dios. Finalmente: en Apocalipsis 14: 12 se lee: “Aquí está la paciencia de los santos, los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús”. Grábate esto querido pastor, para que no andes diciendo por ahí, a la topa tolondra, que los mandamientos de la Ley de Dios, no son diez, sino dos, porque si te has atribuido el papel de maestro, para andar propalando errores a diestra y siniestra, entonces te puedes hacer acreedor a aquel versículo de Santiago que dice: “Hermanos míos, no os hagáis maestros muchos de vosotros, sabiendo que recibiremos mayor condenación” (3:1). Escrito por el hermano JOSE L. ANGULO MENCO,filosofo, escritor, especialista en Ciencias Religiosas y Sagradas Escrituras y docente universitario. Te puede interesar leer: El GRAN DESCONOCIDO