
Estamos asistiendo a un espectáculo vergonzoso, por decir lo menos, de lo que se ha convertido, desde bien temprano, la contienda electoral para llegar al poder —primero al Congreso y luego a la Presidencia de la República— en el 2026. Todo vale: la indecencia, los insultos, las verdades a medias, los ataques aleves, las manipulaciones a ultranza, las bajezas, los improperios, las faltas de respeto, el cinismo. En fin.
Todo con el objetivo de figurar. Pareciera una carrera contra el tiempo por parte de los políticos en contienda para que, en octubre, cuando por obra y gracia de la nueva ley que los regula, puedan aparecer bien ranqueados cuando se conozcan las primeras encuestas.
En ese sentido, les recordamos a los precandidatos que una cosa es la notoriedad —es decir, el grado de conocimiento que las personas en general, y los potenciales electores en particular, tienen acerca del personaje sobre el que se consulta en una encuesta— y otra muy diferente es la favorabilidad, es decir, la opinión positiva o negativa que se tiene de ese personaje.
Como ejemplo: casi el 100 % tiene conocimiento de quién es Nicolás Maduro, pero muy pocos tienen una opinión favorable acerca de él.
Es así como, en todo este aire enrarecido que nos rodea, escuchamos las expresiones altisonantes e irrespetuosas del histriónico Abelardo de la Espriella, las ridiculeces de Daniel Quintero, los desafueros de Vicky Dávila, la grosería de la Cabal, la estrategia electoral montada sobre el cadáver de Miguel Uribe, la tibieza de Fajardo, las mentiras de Claudia López, la debilidad de Bolívar, la cantaleta de la Corcho o la estrategia de “Toconpe” (todos contra Petro)…
El ruido es enorme y ensordecedor. Pero muy poco útil y práctico.
Y, por otro lado, las increíbles confesiones de los nuevos funcionarios estrella del gobierno: el autodenominado “pastor” Saade, comparando el peligro de la política (aludiendo al asesinato del senador Mario Uribe) con montar en bicicleta; y el exactor porno que prefiere que lo llamen “ministra” —y no como es su verdadero género— de la Igualdad, porque es “una marica”, según sus propias palabras.
¡Por Dios!
Por su parte, los medios en un vergonzoso papel de reproductores de la ordinariez mental que nos rodea, matizado con los sesgados y malintencionados comentarios de sus periodistas militantes.
Diría el maestro Juan Gossain: “No es posible que también se vuelva loco el guardián del manicomio”.
El papel de las bodegas, de lado y lado, atizando cada vez más el fuego y llevando la polarización a extremos insospechados. Los gremios económicos tomando partido.
¿Qué más falta en este circo en que se ha convertido la contienda política en el país?
Cualquier otra cosa puede pasar en adelante, por ridícula o deleznable que nos parezca. Ya no hay límite. El fin justifica los medios.
¿Y las propuestas…? Las propuestas serias acerca del qué —y sobre todo del cómo— sobre los grandes temas: la inseguridad, la salud, la educación, la paz total, las relaciones internacionales, el modelo económico, la vivienda, el agro, la informalidad, los “ni-ni”, las mujeres, etc., etc., etc.
Atacar o defender a Gustavo Petro —y ahora también a Álvaro Uribe— parece la única estrategia válida de los precandidatos y de lo que llaman “la opinión pública nacional”.
Nos hemos preguntado en todo este tiempo, en toda esta carrera vertiginosa en que nos llevan los acontecimientos del día a día: de seguir así… ¿para dónde vamos?
Si no, tendremos que decir con Marcos Pérez C.: “Esto se lo llevó Pindanga”.

Por Víctor Herrera Michel Abogado-Periodista. Autor de los libros Como Ganar las Elecciones y Manual del Candidato Ganador. Ganador del premio nacional de periodismo Analdex/Proexport 2012. Ha sido catedrático universitario, presentador de diversos programas en Telecaribe y columnista en varios medios de comunicación impresos y digitales. Actualmente es director del Noticiero de la Gente que se emite por la Voz de la Patria Celestial. @vherreram
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