En Colombia, nos enfrentamos a una dolorosa realidad: la fractura en la comunión cristiana debido a las ideologías políticas y el desconocimiento histórico. En lugar de abrazar nuestra diversidad de pensamiento y aprender unos de otros, nos hemos dejado consumir por divisiones profundas que han debilitado nuestra unidad como cuerpo de Cristo.
Es alarmante cómo nuestras creencias políticas se han convertido en muros infranqueables que nos impiden ver más allá de nuestras propias perspectivas. En vez de buscar un entendimiento mutuo y un diálogo respetuoso, nos hemos sumergido en discursos polarizados y confrontaciones sin fin.
Debemos recordar que Dios no tiene partido político. Él no está interesado en nuestras afiliaciones terrenales, sino en cómo vivimos nuestro llamado a amar y servir a los demás. Sin embargo, hemos permitido que nuestras ideologías políticas se conviertan en ídolos que nublan nuestra visión de lo que realmente importa: el amor incondicional y la búsqueda de la justicia.
La falta de conocimiento histórico también ha contribuido a esta brecha entre los cristianos. Ignoramos el pasado compartido que debería unirnos y nos aferramos a narrativas sesgadas que perpetúan estereotipos y prejuicios. Es hora de enfrentar nuestra historia colectiva con valentía y humildad, reconociendo las injusticias del pasado y buscando la reconciliación.
En medio de esta crisis, debemos recordar las palabras desafiantes de Pablo en Efesios 4:3: “Hagan todo lo posible por mantenerse unidos en el Espíritu y por vivir en armonía”. Este versículo no nos permite conformarnos con la división y la confrontación, sino que nos insta a luchar por la unidad en el Espíritu, incluso cuando nuestras opiniones difieren.
Es importante reconocer que cada persona tiene sus propias creencias políticas, y eso está bien. Sin embargo, cuando permitimos que esas diferencias se conviertan en barreras infranqueables, perdemos de vista lo que realmente importa: nuestro llamado a amarnos unos a otros y ser testimonio de la gracia de Dios.
Es hora de ser autocríticos y examinar nuestras propias actitudes y acciones. ¿Estamos dispuestos a dejar de lado nuestras agendas políticas para abrazar el mandato de amar y perdonar? ¿Estamos dispuestos a aprender del pasado para construir un futuro mejor, basado en la justicia y la reconciliación?
En última instancia, nuestra identidad como cristianos no se define por nuestras ideologías políticas, sino por nuestra relación con Jesucristo. Él nos llamó a ser luz en medio de la oscuridad, a ser agentes de cambio y esperanza. No permitamos que las diferencias políticas nos dividan, sino que busquemos la unidad en Cristo, superando nuestros prejuicios y trabajando juntos por un mundo transformado.
En conclusión, debemos enfrentar con valentía y sinceridad las divisiones causadas por las ideologías políticas y el desconocimiento histórico en Colombia. Es hora de dejar de lado nuestras barreras mentales y abrirnos al diálogo respetuoso y constructivo. Solo así podremos avanzar hacia una comunión cristiana más fuerte, basada en el amor, la justicia y la reconciliación. Recordemos que nuestra identidad en Cristo es más importante que cualquier afiliación política y busquemos construir puentes de diálogo y entendimiento en lugar de divisiones.
Escrito por: Joel Serrano, Administrador de Empresas, especialista en Gerencia de Producción y Logística y Teólogo.
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