Por: Manuel De la Rosa
Esta semana recibí un correo del conjunto residencial donde vivo invitando al desfile de Halloween a celebrarse “el día de los niños”, que recorrerá las vías internas de la copropiedad. La invitación es para que vinculemos a nuestros pequeños a una celebración ajena a nosotros que se ha incrustado en la cultura colombiana como si fuera propia y muchos creen que se celebra “desde siempre”.
La celebración del Halloween en Colombia es reciente y fue adoptada de los Estados Unidos, aunque tampoco es originaria de ese país y fue introducida por los inmigrantes irlandeses. El Halloween, o Samhain, tiene origen en la cultura celta que abarcaba las islas británicas, los países escandinavos y parte de Europa Occidental. Su celebración se inició hace más de 2.000 años. Su nombre es la contracción de “All Hallow´s Eve”, o sea, la víspera de todos los santos.
Esto ultimo me parece que es lo más perverso de todo, pues su sumergen a sus pequeños, desde muy temprana edad, a una celebración pagana, macabra y satánica
Resulta paradójico que una tradición pagana, en honor de varios “dioses”, estrechamente relacionada con muertos, espíritus, monstruos y brujas sea de buen recibo entre quienes profesan unas creencias basadas en la Biblia como los cristianos, o por lo menos en el Viejo Testamento como es el caso de los judíos.
En el caso cristiano, todo comenzó durante la ocupación romana a los dominios celtas. El ejercito del Imperio Romano adopta la festividad y posteriormente, la iglesia católica traslada la fecha de todos los santos al 1 de noviembre, la misma del Samhain. Queda así unida la celebración “de todos los santos” a la de “la víspera de todos los santos”; tal como quedó unida el día de Navidad con “la víspera de Navidad”.
La introducción a los Estados Unidos es igualmente inconcebible. No se entiende que un país fundado por protestantes que emigraron para poder disfrutar de una libertad religiosa que no tenían en el Reino Unido, termine adoptando celebraciones macabras opuestas a su fe y las Escrituras en la que basan su fe, en una abierta desobediencia a que “no nos amoldemos al mundo”, que no nos adaptemos a la cultura, como nos lo indica Romanos 12.
Vemos así que, personas de una variedad de profesiones de fe, celebran fiestas de las tinieblas, convencidos de que no tienen nada malo y es una sana diversión dirigida a los niños. Esto ultimo me parece que es lo más perverso de todo, pues su sumergen a sus pequeños, desde muy temprana edad, a una celebración pagana, macabra y satánica. En el futuro, para parte de “sus tradiciones”, tan difíciles de despojarse de ellas como con el caso del carnaval en nuestra ciudad.
Albert Mohler, un reconocido pastor bautista de los Estados Unidos decía: “si controlas el idioma, controlas la dirección de la cultura”. Es de las frases más contundentes que he escuchado para explicar lo que ha sucedido en el mundo con la adopción de prácticas pecaminosas, abominables al Señor., que terminaron siendo “normales”, abiertamente practicadas y aceptadas socialmente. Sobran los ejemplos. El aborto ahora es “un derecho reproductivo de la mujer”; no puedes definir el sexo de una persona al nacer sino que será lo que sienta que es; la adopción “es un derecho” al que pueden acceder las uniones homosexuales; si me siento bien con algo, no puede ser pecado; y muchos ejemplos más.
La verdad, la cual existe por mucho que pretendan ignorarlo, es que la Palabra de Dios es eterna y tiene plena vigencia en la actualidad. El ser humano puede cambiar. Dios no cambia. Lo bueno será siempre bueno; lo malo será siempre malo; el pecado será siempre pecado; lo abominable será siempre abominable. Estos valores no se sujetan a la moda ni a los bandazos culturales de la humanidad. Permanecen firmes y eternos.
Así que por mucho que disfracen al Halloween como una fiesta inocente para los niños o una noche “dulce”, lo cierto es que es una fiesta de las tinieblas, macabra y satánica. Un verdadero creyente no participa de ella y no mete a sus hijos en ella. Como lo dice 2 Corintios 6:14-15, “No estéis unidos en yugo desigual con los incrédulos, pues ¿qué asociación tienen la justicia y la iniquidad? ¿O qué comunión la luz con las tinieblas? ¿O qué armonía tiene Cristo con Belial? ¿O qué tiene en común un creyente con un incrédulo?”
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