
El legendario boxeador Manny Pacquiao, oriundo de Kibawe, en la provincia de Bukidnon, Filipinas, fue recientemente exaltado al Salón de la Fama Internacional del Boxeo, consolidando su legado como uno de los más grandes de la historia. Sin embargo, sorprendió al declarar que su mayor logro no son los títulos ni la fama, sino el día en que conoció a Jesucristo como su Salvador personal. “Lo más importante de mi vida no fue ser campeón, sino conocer a Jesús”, confesó Pacquiao.
Compartió que su transformación comenzó tras escuchar la voz de Dios en un sueño impactante, que lo llevó a dejar los vicios, reconciliarse con su esposa y comenzar una vida guiada por la fe. Desde entonces, se ha dedicado a leer la Biblia, servir a los demás y predicar el Evangelio, incluso construyendo un templo en su ciudad natal.
Y aunque muchos pensaban que su carrera en el ring había terminado, a sus 46 años, Manny Pacquiao anunció su regreso al boxeo profesional. El 19 de julio de 2025, peleará en Las Vegas contra el campeón estadounidense Mario Barrios, por el título wélter del CMB. “El fuego sigue ahí”, afirmó, mostrando que su pasión por el deporte sigue encendida, aunque su enfoque ahora esté en glorificar a Dios.
A los jóvenes les dejó un mensaje claro: “Entréguense a Dios… Él puede cambiar cualquier situación. Nuestro propósito es servir y amar”. Su testimonio es una poderosa evidencia de cómo la fe puede redirigir incluso las vidas más famosas y agitadas.
Pacquiao demuestra que el verdadero éxito no se mide por cinturones o medallas, sino por una vida transformada en Cristo. Como enseña Lucas 12:15, “la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee”, sino en conocer y servir a Dios con integridad, humildad y propósito eterno.
Redacción deportes
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