
Este 28 de agosto se cumplen 62 años del histórico discurso “I Have a Dream” pronunciado por el reverendo Martin Luther King Jr. frente al Monumento a Lincoln en Washington D.C., durante la Marcha sobre Washington por el Trabajo y la Libertad en 1963. Más de 250.000 personas se reunieron ese día para exigir justicia, igualdad y dignidad para la comunidad afroamericana en Estados Unidos, en medio de una época marcada por la segregación racial y la violencia institucional.
El discurso no solo se convirtió en un símbolo de la lucha por los derechos civiles, sino en una proclamación profética que trascendió fronteras. Martin Luther habló de un sueño donde los hijos de antiguos esclavos y los hijos de antiguos dueños de esclavos se sentarían juntos en fraternidad. Su voz, cargada de fe y convicción, resonó como un llamado espiritual a la reconciliación, la paz y la justicia.
Aquel sueño sigue vigente. En un mundo donde aún persisten la discriminación, la exclusión y la injusticia, las palabras de King nos recuerdan que la esperanza no es ingenua, sino valiente. Que la fe no es evasiva, sino transformadora. Y que el amor, como él lo predicó, es la fuerza más poderosa para cambiar la historia.
Colombia sueña
Colombia clama por justicia en medio de heridas abiertas por el conflicto armado, la violencia urbana y la exclusión social. El eco de aquel “I Have a Dream” resuena en nuestras calles, donde jóvenes y niños son silenciados por balas, líderes sociales y políticos son perseguidos por levantar la voz, y comunidades enteras viven entre el miedo y la esperanza. Hoy, más que nunca, necesitamos profetas de paz —a propósito de las elecciones que se acercan— que sueñen con un país reconciliado, donde la justicia corra como las aguas, y la compasión y el amor sean el lenguaje común. Porque el sueño de King no fue solo para su nación, sino para todo pueblo que anhela redención.
Desde nuestra misión editorial y espiritual, reconocemos que cada generación está llamada a encender su propia lámpara de justicia. A no conformarse con lo que es, sino a trabajar por lo que debe ser. Como comunicadores del Reino, como creyentes y ciudadanos, tenemos el deber de soñar con los ojos abiertos y actuar con los pies en la tierra.
Hoy, al recordar aquel 28 de agosto, elevamos una oración por los que aún luchan, por los que aún esperan, y por los que han decidido vivir como respuesta al sueño de Dios. Porque como dijo King, “Tengo un sueño…”, y ese sueño sigue siendo semilla de redención para los pueblos que anhelan libertad.
“Pero corra el juicio como las aguas, y la justicia como impetuoso arroyo.” Amós 5:24
Este versículo fue citado por el mismo King en su discurso, y representa el anhelo profético de un mundo donde la justicia no sea esporádica ni superficial, sino constante, abundante y transformadora.

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