El legado de “un sueño”, 56 años del asesinato del pastor Martin Luther King

A las 06:05 PM del jueves 4 de abril de 1968, Martin Luther King fue asesinado a tiros mientras estaba parado en un balcón fuera de su habitación del segundo piso en el Motel Lorraine en Memphis, Tennessee.

La noticia del asesinato de King provocó grandes brotes de violencia racial, lo que produjo más de 40 muertes en Estados Unidos y costosos daños a la propiedad en más de 100 ciudades estadounidenses. James Earl Ray, un fugitivo de 40 años escapó, confesó el crimen y fue sentenciado a 99 años de prisión. Durante el funeral de King se reprodujo una grabación en la que King hablaba de cómo quería ser recordado después de su muerte: «Me gustaría que alguien mencionara ese día que Martin Luther King, Jr., dio su vida al servicio de los demás» 

El pacifista, conocido en ese entonces como Michael King, nació el 15 de enero de 1929 en el seno de una familia estadounidense tradicional. Su padre, con el que compartía nombre y profesión, era un pastor protestante muy comprometido con las ideas y pensamientos cristianos. Tanto es así que, en honor al teólogo alemán y reformador de la Iglesia Martin Lutero, padre e hijo decidieron cambiarse el nombre constituyéndose como Martin Luther King, Sr y Jr.

Desde muy joven destacó por su gran implicación social y por sus ideas revolucionarias. Estaba convencido de que la sociedad debía reinventarse por completo para poder avanzar de forma justa y consecuente. “Era mucho más visionario que quienes lo rodeaban”, recuerda Clayborne Carson, profesor de historia en la Universidad de Stanford y director del Instituto de Investigación y Educación Martin Luther King, Jr.

Este se crió en un entorno segregacionista, en un país donde las leyes “JimCrow” marcaron la vida y la convivencia de una parte fundamental de los Estados Unidos.   Respaldados por el principio “separados pero iguales” la igualdad en las escuelas, empleos, espacios y transporte público brillaba por su ausencia. En EEUU reinaba un concepto perverso de segregación racial, donde las leyes y acciones racistas negaban a los afroamericanos sus derechos civiles y los definían como subordinados e inferiores. Con tan solo seis años King fue consciente de esta realidad cuando dos de sus amigos blancos le comunicaron que no estaban autorizados a jugar con él por cuestiones de raza. 

El legado de “un sueño”

En representación de la Conferencia Sur de Liderazgo Cristiano, King encabezó una marcha por el Trabajo y la Libertad contra la discriminación racial y el segregacionismo. El objetivo fundamental de esta manifestación era exponer la situación de precariedad y desesperación que soportaban los afroamericanos de los Estados del sur y denunciar la ineptitud del gobierno federal para asegurar sus derechos y su seguridad. La marcha culminó con un discurso donde pronunció sus famosas palabras “I have a dream”. Aquí la última parte del discurso

“Hoy les digo a ustedes, amigos míos, que a pesar de las dificultades del momento, yo aún tengo un sueño. Es un sueño profundamente arraigado en el sueño “americano”.

Sueño que un día esta nación se levantará y vivirá el verdadero significado de su credo: “Afirmamos que estas verdades son evidentes: que todos los hombres son creados iguales”.

Sueño que un día, en las rojas colinas de Georgia, los hijos de los antiguos esclavos y los hijos de los antiguos dueños de esclavos, se puedan sentar juntos a la mesa de la hermandad.

Sueño que un día, incluso el estado de Misisipí, un estado que se sofoca con el calor de la injusticia y de la opresión, se convertirá en un oasis de libertad y justicia.

Sueño que mis cuatro hijos vivirán un día en un país en el cual no serán juzgados por el color de su piel, sino por los rasgos de su personalidad.

¡Hoy tengo un sueño!

Sueño que un día, el estado de Alabama cuyo gobernador escupe frases de interposición entre las razas y anulación de los negros, se convierta en un sitio donde los niños y niñas negras, puedan unir sus manos con las de los niños y niñas blancas y caminar unidos, como hermanos y hermanas.

¡Hoy tengo un sueño!

Sueño que algún día los valles serán cumbres, y las colinas y montañas serán llanos, los sitios más escarpados serán nivelados y los torcidos serán enderezados, y la gloria de Dios será revelada, y se unirá todo el género humano.

Esta es nuestra esperanza. Esta es la fe con la cual regreso al Sur. Con esta fe podremos esculpir de la montaña de la desesperanza una piedra de esperanza. Con esta fe podremos trasformar el sonido discordante de nuestra nación, en una hermosa sinfonía de fraternidad. Con esta fe podremos trabajar juntos, rezar juntos, luchar juntos, ir a la cárcel juntos, defender la libertad juntos, sabiendo que algún día seremos libres.

Ese será el día cuando todos los hijos de Dios podrán cantar el himno con un nuevo significado, “Mi país es tuyo. Dulce tierra de libertad, a ti te canto. Tierra de libertad donde mis antecesores murieron, tierra orgullo de los peregrinos, de cada costado de la montaña, que repique la libertad”. Y si Estados Unidos ha de ser grande, esto tendrá que hacerse realidad.

Por eso, ¡que repique la libertad desde la cúspide de los montes prodigiosos de Nueva Hampshire! ¡Que repique la libertad desde las poderosas montañas de Nueva York! ¡Que repique la libertad desde las alturas de las Alleghenies de Pensilvania! ¡Que repique la libertad desde las Rocosas cubiertas de nieve en Colorado! ¡Que repique la libertad desde las sinuosas pendientes de California! Pero no sólo eso: ! ¡Que repique la libertad desde la Montaña de Piedra de Georgia! ¡Que repique la libertad desde la Montaña Lookout de Tennesse! ¡Que repique la libertad desde cada pequeña colina y montaña de Misisipí! “De cada costado de la montaña, que repique la libertad”. Cuando repique la libertad y la dejemos repicar en cada aldea y en cada caserío, en cada estado y en cada ciudad, podremos acelerar la llegada del día cuando todos los hijos de Dios, negros y blancos, judíos y cristianos, protestantes y católicos, puedan unir sus manos y cantar las palabras del viejo espiritual negro: “¡Libres al fin! ¡Libres al fin! Gracias a Dios omnipotente, ¡somos libres al fin!”

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