Lo que ha ocurrido este fin de semana en Chile es un campanazo de alerta a lo que podría suceder en Colombia. Aunque allá se está definiendo algo mucho más fundamental como lo es la nueva constitución nacional, acá se establece la discusión con base principalmente en las reformas a la salud, agraria, laboral y pensional presentadas por el gobierno.
Recordemos que en el país austral fue elegido presidente el izquierdista Gabriel Boric, quien ganó la segunda vuelta con el 55,87% de los votos, en diciembre del 2021, ante el derechista José Antonio Kast, que ya le había vencido en la primera vuelta. Boric llega al poder como resultado de variadas manifestaciones y protestas a lo largo del país – algunas de ellas violentas – que demostraban la indignación y el desespero de los chilenos, sobre todo, frente a las condiciones educativas, laborales y pensionales en que se encontraban. Todo ello derivó al final en la necesidad de una reforma a la constitución nacional, que había sido heredada del régimen militar de Augusto Pinochet, para lo cual se establecieron unos términos, unas fechas y la elección de unos consejeros.
Boric sufrió un primer duro revés en el plebiscito de septiembre de 2022, con 62 % de los votos contra el texto de la nueva Constitución que se proponía. El presidente entonces introdujo cambios en su gabinete y recurrió a políticos experimentados del centroizquierda tradicional. Sin embargo, en marzo de este año tampoco pudo pasar en el congreso su reforma tributaria como columna vertebral de los cambios que quería.
Este domingo el partido republicano de Kart acaparó el 35 % de los votos, con lo cual aportará 22 de los 51 consejeros (50 representantes de los partidos políticos y uno de los pueblos indígenas) que tendrán, junto a los consejeros elegidos, de los otros movimientos de la derecha, el cometido de redactar una nueva Constitución que – paradójicamente – inicialmente ellos no querían modificar. Boric no solo reconoció la derrota, sino que invitó a la derecha a “no cometer los mismos errores de la izquierda” en su afán de cambiar la carta magna.
Razón tiene Moises Naim cuando expresa: “… Mientras los Estados, las empresas, los partidos políticos, los movimientos sociales, las instituciones y los líderes individuales rivalizan por el poder como han hecho siempre, el poder en sí – eso por lo que luchan tan desesperadamente, lo que tanto desean obtener y conservar – está perdiendo eficacia. El poder se está degradando. En pocas palabras, el poder ya no es lo que era. En el siglo XXI el poder es más fácil de adquirir, más difícil de utilizar y más fácil de perder…” (El Fin del Poder. Debate)
En nuestro país existen ciertas similitudes con Chile que pueden resultar en una alarma para lo que sucederá en el inmediato futuro. Con el ingrediente adicional de las elecciones regionales del próximo mes de octubre que obliga al gobierno a obtener unas victorias tempranas que cada vez se le hacen más difícil de alcanzar.
Un punto de inflexión significó en Colombia la ruptura de la denominada coalición de gobierno, hace unas semanas, con varios de los partidos tradicionales, y la conformación de un gabinete que estuviera más acorde con los propósitos del presidente Gustavo Petro y que quisiera estar, por lo tanto, más dispuesto a defenderlos. Parece que en principio ha funcionado con la reciente aprobación en el Congreso del Plan Nacional de Desarrollo “Colombia, potencial mundial de la Vida” que regirá hasta el 2026.
Sin embargo, aún persisten los inmensos desafíos de este gobierno.
Por Víctor Herrera Michel Abogado-Periodista. Director Noticiero de la Gente-LA VOZ DE LA PATRIA CELESTIAL. Premio nacional de periodismo ANALDEX/PROEXPORT 2012. Escritor. Columnista. @vherreram
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