Por: Javier Ahumada Bolívar
Quizás el Señor lo necesitaba con urgencia y por eso se lo llevó así. Aquí quedamos con una mezcla de dolor por su partida física, y una de gozo por su llamado al cielo. El pastor Nico se nos adelantó.
Recuerdo su amabilidad y gran estatura el día que lo conocí. Con pasos largos y sin prisa se acercó, traía una biblia grande y sin brillo en su mano izquierda. -¿Qué tal hermano, en qué puedo servirle?, me dijo estirando su mano derecha. Me atendió de pie en un pasillo que da acceso, al mismo tiempo, a la iglesia, a los salones de un colegio y a su residencia.
No tuve que hacer una gran exposición para que me recibiera 100 ejemplares del periódico Buenas Nuevas para venderlos a la congregación que él y su esposa lideraban. –Listo hermano quedamos así, yo se los vendo-.
Desde ese año, 2013, nos veíamos mensualmente, para entregarle los periódico o para cancelármelos. En los momentos en que no estaba muy ocupado conversamos en el mismo pasillo y de pie sobre tópicos casi siempre relacionados con la iglesia del Señor.
Eran unos diálogos cortos, pero que siempre me dejaban una enseñanza. Evoco el día que me comentó acerca de un hermano que tuvo que pedirle que abandonara la congregación, después de darles varias oportunidades. –La gente piensa que eso está mal, pero mire hermano el Señor echó a Satanás sin contemplación ¿o no? Hablaba simple y claro.
El puerto petrolero de Barrancabermeja, en el Departamento de Santander, lo vio nacer un 26 de mayo de 1952. Después de terminar el bachillerato se vino a Barranquilla con la ilusión de convertirse en profesional y a terminar una misión que había comenzado en el salón de clases del colegio: conquistar a una compañera que le había robado el corazón, su nombre María Maritza Romero a quien años más tarde desposaría en la iglesia Cristiana San Salvador.
Los primeros meses de vida marital los vivieron en la casa paterna de Maritza, luego fueron beneficiados por el gobierno con una casa en el barrio Las Nubes del municipio de Soledad. Transcurría el año 1985. Allí establecieron su nido de amor y comenzó a forjarse una obra que hoy tiene alrededor de 600 miembros y un colegio cristiano que alberga más de 100 estudiantes. Allí, en contra de todo pronóstico, también nació Diana Carolina su única hija y la niña de sus ojos.
Pero el verdadero legado del pastor Nico fue la unidad de la iglesia. Trabajó en ello hasta el día de su partida. Fue de los pioneros en organizar la Unión de Ministros de Soledad, UNIMISOL, del que fue presidente por seis años y consejero de la misma. “Era nuestro patriarca, un hombre de mucha sabiduría, correcto en todo, fue un mentor pastoral, yo lo miro como un modelo a seguir, siempre nos direccionó a la unidad”. Afirma el pastor Edilberto González, actual presidente de Unimisol.
Desde las cuatro de la madrugada y durante los últimos 15 años de su vida, realizó un devocional, que según él lo mantenía conectado con el cielo.
Por su compromiso con el evangelio y pasión por las almas, en el año 1993 el concilio Iglesia Cristiana Cuadrangular, ungió a los esposos Carreteros como pastores.
El trabajo evangelizador lo realizamos casa a casa, día a día –recuerda Jenny Ruíz, la asistente permanente del pastor Nico- y agrega -era muy conocido y respetado por la comunidad sin importar si se congregaban en la iglesia o no. Fue un líder comunitario. En las tardes permanecía en la terraza desde donde contestaba saludos y hasta hacía consejería a quien se la pedía.
Su esposa Maritza, hoy viuda de Carretero lo considera su modelo, -era un hombre incansable en la obra de Dios, amaba las almas -dice casi orgullosa. Durante los 34 años de matrimonio se sintió amada, reflejaba el amor de Dios en la vida diaria, como esposo, como padre, como pastor.
Estimada es a los ojos de Jehová la muerte de sus santos.
Salmos 116.15
El primero de octubre se levantó temprano, como de costumbre, se bañó y vistió para asistir al devocional. Planeo, desde el día anterior, decirles a sus discípulos que debía dejarlos antes porque tenía una cita. Eran las 4:30 a.m. cuando atravesó los pasillos interiores que lo conducían al templo de la iglesia.
A las 6:30 a.m. se despidió de ellos tomó un taxi y se fue a cumplir la cita, todo fue tan rápido como él lo había pedido. En cuestión de segundos las redes sociales daban cuenta de su partida.
En todo este proceso de unidad que hoy vive la iglesia en el Atlántico, el pastor Nico dejó su semilla sembrada en el corazón de todo aquel que lo conoció, algunas han germinado y otras están en el proceso, en todo caso el pastor Nico desde cielo continuará regándolas hasta que todos seamos uno.
Poderoso es dios elnes unico amigo verdadero ah quien le entregaría mi vida entera por qué el dio su vida en la cruz por nuestros pecados bendiciones ah todos los hermanos. En Cristo