En los dos primeros capítulos del Evangelio, según San Lucas, se nos narra los acontecimientos que rodearon el nacimiento de Jesucristo, en los cuales contrasta la majestuosidad de los ángeles con la pobreza terrenal o social de Jesús, nuestro Salvador.
“Había pastores en la misma región, que velaban y guardaban las vigilias de la noche sobre su rebaño. Y he aquí, se les presentó un ángel del Señor, y la gloria del Señor los rodeó de resplandor, y tuvieron gran temor. Pero el ángel les dijo: No temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor. Esto os servirá de señal: Hallaréis al niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre. Y repentinamente apareció con el ángel una multitud de las huestes celestiales, que alababan a Dios, y decía: ¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres! Sucedió que cuando los ángeles se fueron de ellos al cielo, los pastores se dijeron unos a otros: Pasemos, pues, hasta Belén, y veamos esto que ha sucedido, y que el Señor nos ha manifestado. Vinieron, pues, apresuradamente, y hallaron a María a José, y al niño acostado en el pesebre.” Lucas 2: 8-16
Como se puede ver, los primeros escogidos para recibir el anuncio del nacimiento de Jesús fueron unos pastores, quienes pertenecían al grupo social menos favorecido (junto con los campesinos, pescadores, artesanos, jornaleros, entre otros) de aquel entonces. Con lo cual los pobres y humildes son escogidos para recibir los privilegios de Dios. No solo en el natalicio de Jesús, sino también durante su ministerio. Lucas 4:18-19.
La escogencia o preferencia por los pobres se da desde el seno familiar terrenal de Jesús, pues cuando los evangelios nos dicen que José, el esposo de María, era carpintero y tenía un oficio artesanal, nos remite a una familia pobre. El Salvador escogió nacer de una joven virgen, de corazón humilde y familia pobre, pero de una gran riqueza espiritual como para ser digna de tan gran galardón, como lo fue el llevar a Jesús de Nazaret en su vientre.
Entonces la pobreza enmarca la vida de Jesús desde su nacimiento, quien tuvo que nacer en un pesebre, una gruta o cueva utilizada como establo. Pues se dice que muchas casas de Belén en tiempo de Jesús tenían cerca de su construcción cuevas que servían de refugio para los animales o algunos bienes del dueño de casa.
Pero, ¿por qué Jesús, siendo el Hijo de Dios, escoge no solo nacer en la pobreza, sino también abrir su ministerio en los pobres? El profeta Isaías, en uno de sus canticos mesiánicos, dice que Dios trae óleo de gozo para quitar el luto, y alegría al espíritu angustiando (Isaías 61,3), además, da fuerza al cansado. Con esto se resalta que Dios apoya la causa del desvalido, quien por su condición de enfermedad o económica es víctima de abuso. El amor de Dios siempre llama a defender la causa del huérfano y la viuda. Nos invita a ser humildes y no confiar en nuestras fuerzas, pues “cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido.” Lucas 14:11.
Jesús muestra su amor hacia los pobres y necesitados a través de los milagros de sanidades y sus enseñanzas o mensajes, donde muestra su preocupación por los pobres al referirse a la pobreza y el hambre en sentido literal (Lucas 6: 21-26).
De esta forma Jesús vino al mundo para salvarnos de nuestra pobreza espiritual que lleva a la proliferación de la pobreza material, pues nuestro egoísmo y altivez nos alejan del espíritu de hermandad y misericordia que practico y enseño Jesús. Quien se interesó y compadeció de los desamparados. Por eso estas fechas donde se conmemora el nacimiento de Jesús, recordemos sus enseñanzas y la importancia que tiene para nuestras vidas el practicar las obras de misericordia por amor y no por compromiso social o para ser tenidos como buenos, pues “si no tenemos amor nada somos.”
“Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo.
Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí. Entonces los justos le responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te sustentamos, o sediento, y te dimos de beber? ¿Y cuándo te vimos forastero, y te recogimos, o desnudo, y te cubrimos? ¿O cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, y vinimos a ti?
Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis“. (Mateo 25, 34-40)
Escrito por el hermano JOSE L. ANGULO MENCO, filosofo, escritor, especialista en Ciencias Religiosas y Sagradas Escrituras y docente universitario.
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