Estampas navideñas

  1. La noche que el Niño Jesús nació, se oyó en los cielos un cántico de ángeles que entonaban este coro:

“Gloria a Dios en las alturas y en la tierra, paz a los hombres de buena voluntad” (Lc. 2:14).

Hombres de buena voluntad puede significar: hombres que aman a Dios con toda la sinceridad de su corazón, o que son amados de Dios, quien derrama sobre ellos su benevolencia, su amor inmensurable.

Como todos sabemos, Jesús nació en Belén, la ciudad de David, de donde era también oriundo José, el esposo de María. Belén significa “casa del pan”, lugar donde descendió del cielo el pan de vida (Jn. 6. 35, 41) para preparar la institución de la Eucaristía (San Gregorio Magno, 7ª lección de maitines de Navidad).

La liturgia del tiempo de Navidad nos presenta a la Virgen Madre como la primera adoradora de Jesús. María personifica a la humanidad que recibe a Cristo; a la Iglesia que, habiéndole recibido, le adora y le da a conocer.

Navidad es un misterio filial que nos hace llegar por medio de Jesús a la dignidad de hijos de Dios. La noche de Navidad es, al igual que la del Éxodo, la noche de la liberación del pueblo de Dios. ¿Quién será capaz de celebrar dignamente los misterios inefables de esta santa noche?

Jesús es el Salvador: Es esta la función esencialmente divina que le está designada. Él es quien nos salva de nuestros pecados. Es también el Mesías, el Cristo, es decir, el Consagrado por Dios (el Ungido) y por Dios enviado a la tierra para fundar el Reino de Dios. Esta unción mesiánica de Jesús (en realidad, la unción de su naturaleza humana por su naturaleza divina) constituye a Jesús en Rey, Sacerdote y Profeta de la Nueva Alianza.

  • El Pesebre. — El lugar donde nació Jesús – una pesebrera – lugar donde se echaba la comida a los animales (una gruta excavada en la roca calcárea), es una señal. Pero no una señal de castigo, como en el caso de Zacarías (Lc. 1:18 – 20), ni una demostración del poder de Dios, como en el caso de María (Lc. 1:36 – 37). Es una designación personal, una designación de pobreza.
  • Los pastores. Dentro del pueblo escogido ellos fueron elegidos para ser (después de María y José) los primeros fieles de Jesús niño. Los pastores ocupaban, en ese tiempo, el nivel más bajo y despreciable dentro de la organización social. Esto reviste un significado muy importante y es que los orígenes del Mesías están caracterizados, desde un principio, por la sencillez y la humildad. Dios llama a almas sencillas, a gentes pobres y humildes, que sabe están abiertas a las realidades de lo alto.

Los pastores conversan con María y José alrededor del pesebre. Hablan de lo que había sido anunciado, de lo que han visto y todos se maravillan. San Lucas menciona, por adelantado, el apostolado que los pastores habrían de realizar a su regreso.

  • La fecha de la Natividad es incierta. Su celebración, el 25 de diciembre, no se debe a una preocupación de orden cronológico, sino que está en relación con el solsticio de invierno y para sustituir una fiesta pagana, la del “sol invicto”, la fiesta del dios Mitra, divinidad persa de la luz cuyo culto llegó a popularizarse mucho en el imperio romano.
  • La Epifanía del Señor. — El relato evangélico de la venida de los magos a Belén para rendir homenaje a Jesús y ofrecerle sus presentes deriva toda su importancia de su significación religiosa. Porque, en el plano de la historia general, esta peregrinación de unos cuantos orientales para visitar al recién nacido Rey de los Judíos, incluso con su secuela de la matanza por Herodes de unas decenas de niños, tenía demasiado poca densidad para atraer la atención de los cronistas. Nada tiene de extraño, pues, que no se haga mención del hecho en las crónicas profanas.
  • La estrella tenía, para los antiguos, una significación especial cuando se hablaba de un soberano: el astro que brillaba en el cielo en el momento de su nacimiento caracterizaba su reino. En la Biblia, la estrella había recibido una significación mesiánica: “Alzase de Jacob una estrella, surge de Israel un cetro” (Num., 24, 17).

La Navidad tiene una dimensión totalmente religiosa. Equivale esta festividad a “la fiesta de las luces” entre los judíos. Jesús es la luz del mundo, y por eso el apóstol San Juan en su relato evangélico, que es también el relato del verbo, declara:

“Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo” (Jn. 1:9).

Escrito por el hermano JOSE L. ANGULO MENCO,
filosofo, escritor, especialista en Ciencias Religiosas y Sagradas Escrituras y docente universitario.

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