¡Fe sin planificación! La crisis de efectividad en las prácticas de las iglesias

En la encrucijada de la fe y la planificación, muchas iglesias se debaten en un dilema que afecta su impacto en las comunidades que pretenden servir. ¿Es confiar en Dios sin reservas un acto de fe genuina o simplemente una excusa para la falta de estrategia y análisis en sus proyectos? La respuesta podría ser el amargo despertar de una realidad que, aunque espiritualmente confortante, se torna en un callejón sin salida para el progreso efectivo.

Desde Colombia hasta las ciudades más lejanas, el llamado a evangelizar resuena con fervor, pero ¿con qué fundamento? ¿Con qué conocimiento de la historia, la cultura y las necesidades de aquellos a quienes se dirige? Es hora de hacer una pausa y reflexionar sobre la esencia misma de nuestra misión: ¿Somos misioneros ciegos, confiando únicamente en la providencia divina sin entender el contexto en el que operamos?

La disciplina, palabra que se escucha con frecuencia en los círculos eclesiásticos, ¿es acaso un concepto malinterpretado y mal aplicado? ¿Quién establece que un individuo debe someterse a un período de disciplina de tres, cuatro, cinco o seis meses? ¿Es esta la voz de Dios o la imposición de una tradición mal comprendida?

Las reuniones proliferan, las asambleas se suceden una tras otra, pero ¿dónde está la eficacia? ¿Dónde está la estructura, la planificación estratégica que debería respaldar cada paso de nuestro esfuerzo evangelizador? La falta de orden y la carencia de un enfoque sistemático amenazan con socavar los esfuerzos bien intencionados, pero mal ejecutados. ¿Para qué tanta reunión, si no hay proyecto alguno, si no se toman decisiones concretas, si no se establece una ruta de trabajo clara y, mucho menos, si no se generan resultados coherentes? En lugar de ser instancias de reflexión y acción, estas reuniones se convierten en meros rituales vacíos, donde se diluye la verdadera intención de avanzar en la misión de la iglesia. Es un derroche de tiempo y recursos que solo alimenta la ilusión de actividad, mientras que, en realidad, el progreso real se estanca en la falta de dirección y propósito.

Es tiempo de un análisis crítico y despiadado de nuestras prácticas. Jesús no nos dejó un legado de ineficiencia y caos, sino un ejemplo de acción deliberada y efectiva. Es hora de dejar de confundir la fe con la falta de planificación, de abandonar la ilusión de que dejar todo en las manos de Dios equivale a no hacer nada por nuestra parte.

La evangelización no puede ser un acto improvisado o impulsivo. Requiere estudio, comprensión y, sobre todo, una estrategia bien definida. Debemos ser más que portadores de buenas intenciones; debemos convertirnos en agentes de cambio, en líderes que guíen con sabiduría y visión.

En resumen, la fe sin planificación es como un barco sin timón, destinado a vagar sin rumbo en el vasto océano de las aspiraciones humanas. Es hora de tomar el timón, trazar una ruta clara y navegar con determinación hacia el destino de un evangelio que transforma vidas con propósito y efectividad.

La Iglesia no puede ser solo una institución preocupada por atraer nuevos conversos mientras deja de lado a aquellos que ya están dentro de sus filas. Es una traición a los principios fundamentales de la fe y una negación flagrante del mandato de amar y cuidar a los demás.

Escrito por: Joel David Serrano Márquez Administrador de Empresas. Teólogo Bíblico Ministerial. Especialista en Gerencia de Producción y Operaciones Logísticas. Maestrante en Inteligencia de Negocios.

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