Juan el Bautista, la voz que clama en el desierto

Juan el Bautista, llamado así para diferenciarlo de su homónimo Juan el Evangelista. Juan el Bautista conocido también como el Precursor porque precedió y preparó el camino para el ministerio de Jesús.

Leamos en el Evangelio según San Juan 1: 19 – 27Este es el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron de Jerusalén sacerdotes y levitas para que le preguntasen: ¿Tú, quién eres? Confesó, y no negó, sino confesó: Yo no soy el Cristo. Y le preguntaron: ¿Qué pues? ¿Eres tú Elías? Dijo: No soy. ¿Eres tú el profeta? Y respondió: No.  Le dijeron: ¿Pues quién eres? para que demos respuesta a los que nos enviaron. ¿Qué dices de ti mismo? Dijo: Yo soy la voz de uno que clama en el desierto: Enderezad el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías. Y los que habían sido enviados eran de los fariseos. Y le preguntaron, y le dijeron: ¿Por qué, pues, bautizas, si tú no eres el Cristo, ni Elías, ni el profeta? Juan les respondió diciendo: Yo bautizo con agua; más en medio de vosotros está uno a quien vosotros no conocéis.  Este es el que viene después de mí, el que es antes de mí, del cual yo no soy digno de desatar la correa del calzado.” 

En estos versículos se nos presenta, en primer lugar, un verdadero ejemplo de humildad. Juan el Bautista era un hombre de Dios, santo y eminente. Jesucristo mismo dijo, “Entre los que nacen de mujer no se ha levantado otro mayor que Juan el Bautista” (Mateo 11:11) y que “él era antorcha que ardía y alumbraba” (Juan 5:36). Sin embargo, el texto bíblico nos muestra que este santo se abate y se humilla. Rechaza los honores que los judíos de Jerusalén estaban prestos a darle, y rehúsa todo título lisonjero. Al dar cuenta de sí mismo dice simplemente que es “voz que clama en el desierto” y que su bautismo es solo de agua. Anuncia en alta voz que en medio de los judíos está uno que es más grande que él, uno a quien él no es digno de desatar la correa del zapato. No exige honor para sí, sino para Cristo; su misión es ensalzar y enaltecer al Señor, y de esa misión no se aparta.

Los hombres más justos que ha tenido la Iglesia en su historia han estado animados por el mismo espíritu que animó a Juan el Bautista. En dotes naturales y en conocimientos han diferido mucho, pero en un respecto se han parecido siempre en estas “revestidos de humildad.” Jamás han trabajado por adquirir fama. Poco se han preocupado de su propia conveniencia. Siempre han estado prontos a “decrecer” para que Cristo pueda “crecer”, están dispuestos a ser menospreciados para que Cristo sea ensalzado. Y esa es la razón por que Dios los ha honrado. “Porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla, será enaltecido.” (Lucas 14:11).

Si profesamos ser cristianos verdaderos, procuremos imitar a Juan el Bautista. Practiquemos la humildad, pues esta es la virtud por que han de empezar su enmienda los que deseen salvarse. No es sino cuando nos despojamos del orgullo y nos sentimos compungidos por nuestros pecados, que comenzamos de veras  nuestra carrera religiosa. Esta es una de aquellas virtudes que todos los cristianos pueden y deben practicar. Ningún pretexto puede justificar al que la abandona. Más ante todo, la humildad es la virtud que brillará más al fin de nuestros días. Jamás apreciaremos tan altamente su valor como cuando estemos en nuestro lecho de muerte y prontos a comparecer ante el tribunal de Cristo. Toda nuestra vida nos parecerá como una serie de defecto, nuestros méritos no tendrán para nosotros ninguna importancia, y en Cristo pondremos nuestra esperanza.

Los versículos enunciados al principio también presentan un ejemplo de la ceguera espiritual de los hombres no convertidos.

Los judíos que acudieron a interrogar a Juan hacían alarde de que estaban esperando al Mesías. Como todos los demás fariseos se gloriaban de ser hijos de Abraham, y de poseer el pacto divino. Confiaban en la ley, y profesaban conocer la voluntad de Dios, y creer en sus promesas. Sin embargo, en aquel momento, sus almas estaban sumergidas en la oscuridad. En medio de ellos estaba, como Juan el Bautista les dijo, uno a quien no conocían. El mismo Jesucristo, el Mesías prometido, estaba ya en medio de ellos; pero ni lo vieron, ni lo recibieron, no lo conocieron, ni le creyeron.

Asombra pensarlo, pero las palabras del predicador del desierto son aplicables a millares de personas de nuestro tiempo. Jesucristo está aún en medio de muchos que ni ven, ni conocen, ni creen. Parece como si una especie de letargo se hubiese apoderado de ellos. El dinero, el placer, el mundo les son conocidos; pero no conocen a Cristo. La salvación está a su alcance; pero siguen inmóviles. La misericordia, la gracia, la paz, el cielo, la vida eterna están casi a sus puertas; pero permanecen tan fríos e indiferentes como antes.

¿Y qué línea de conducta seguimos nosotros? ¿Olvidamos que el tiempo pasa con rapidez y que pronto se cerrara para siempre la puerta de la misericordia? ¿Olvidamos que el Cristo a quien rehusamos hoy no se nos ofrecerá mañana? En el último día muchos exclamarán “Mejor hubiera sido no haber nacido que haber rechazado a Cristo.

Escrito por el hermano JOSE L. ANGULO MENCO, filosofo, escritor, especialista en Ciencias Religiosas y Sagradas Escrituras y docente universitario.

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2 Comentarios

  1. Totalmente deacuerdo con el hermano Jose’Angulo; hoy dia la Iglesia en genersl vive como en otro Planeta; nadie habla en los cultos que el tiempo del regreso de Cristo en el reloj Profetico termino; que estamos viviendo una extencion de la gracia divina por pedido del Salvador Jesucristo lo qye indica qur en cuslwuier momento se puede dar el arrevatamiento solo que el Señir va a propiciarcon su presencia y pider el ultimo avivamiento a nivel mundial y luego la aparicion del anticristo, guerras persecucion y sufrimientos, hasta su segunda venida con magestad y Poder. Bendiciones

  2. Totalmente deacuerdo con el hermano Jose’Angulo; hoy dia la Iglesia en genersl vive como en otro Planeta; nadie habla en los cultos que el tiempo del regreso de Cristo en el reloj Profetico termino; que estamos viviendo una extencion de la gracia divina por pedido del Salvador Jesucristo lo que indica que en cualquier momento se puede dar el arrevatamiento solo que el Señir va a propiciarcon su presencia y pider el ultimo avivamiento a nivel mundial y luego la aparicion del anticristo, guerras persecucion y sufrimientos, hasta su segunda venida con magestad y Poder. Bendiciones

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