En un pasado remoto
La Biblia nos narra en sus maravillosas páginas, como desde la más remota antigüedad hubo ciudades que fueron abatidas por la mano de Dios, a causa de su perversidad y pecado. Una de ellas, entre las más conocidas, fueron Sodoma y Gomorra (Génesis 19:24-25).
El juicio divino consumió a Sodoma bajo una lluvia de fuego y azufre que indudablemente inflamaron los pozos de asfalto de aquel valle. Sodoma es considerada como ciudad símbolo de iniquidad, culpable de un desenfreno en repugnantes pecados contra natura (Jud. 7). La destrucción de Sodoma y Gomorra, tanto en lo repentino del acontecimiento como en su globalidad, es expuesta como una advertencia a los pecadores de los juicios venideros (Lucas 17:29; Judas 7).
Después de esto, unos siglos más adelante sobrevino la destrucción de Nínive. Nínive se merecía el calificativo de “ciudad sanguinaria” que le diera el profeta Nahúm (Nah. 3:1). La devastación de la ciudad fue tan grande que después de la época griega y romana llegó a considerarse la misma existencia de la ciudad, como un mito.
“Y era Nínive, dice el profeta Jonás, ciudad grande en extremo, de tres días de camino”.
En cuanto a los argumentos de Voltaire ante esta afirmación, solo demostró su ignorancia al afirmar la imposibilidad de que una metrópolis tan grande pudiera desaparecer totalmente. De acuerdo a Deodoro Sículos, esta ciudad fue destruida aproximadamente un siglo después, tal como Nahúm lo había predicho.
En un pasado más reciente
En el Nuevo Testamento, Cristo se lamenta por las ciudades impenitentes de su tiempo y con espíritu afligido llega a exclamar: “¡Ay de ti, Corazón! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que han sido hechos en vosotras, tiempo ha que se hubieran arrepentido en cilicio y en ceniza. Por tanto, os digo que en el día del juicio, será más tolerable el castigo para Tiro y para Sidón, que para vosotras. Y tú, Capernaum, que eres levantada hasta el cielo, hasta el Hades serás abatida; porque si en Sodoma se hubieran hecho los milagros que han sido hechos en ti, habría permanecido hasta el día de hoy. Por tanto os digo que en el día del juicio, será más tolerable el castigo para la tierra de Sodoma, que para ti.” (Mateo 11:21-24).
Los anteriores versículos son un testimonio de que estas ciudades recibieron el Evangelio y presenciaron los hechos y milagros de Cristo, más no se arrepintieron. Por eso el Señor, las conmina a la destrucción y a un castigo mayor que el de Sodoma y Gomorra en el día del juicio. Son también, a nivel individual, una amonestación para aquellas personas que habiendo escuchado el Evangelio no se apartan de su vida pecaminosa y disoluta.
Hoy
Ahora bien, analizando todo este contexto doctrinal e histórico y aplicándolo a nuestra realidad ambiente, podríamos preguntar: ¿Es Barranquilla una ciudad impenitente?
Barranquilla que en el pasado fue la ciudad cordial y amable que todos conocimos, ejemplo a nivel nacional de civismo y cultura ciudadana, es hoy con tristeza una urbe donde el delito y la corrupción están en el orden del día: el alto índice de criminalidad y homicidios que registran las crónicas judiciales de los principales diarios de la localidad; el suicidio, la drogadicción; los continuos asaltos a residencias y entidades bancarias y comerciales; el robo, los hurtos, el atraco callejero y a la vuelta de la esquina; las dramáticas balaceras a plena luz del día en las principales avenidas y que ha cobrado la vida de muchas víctimas inocentes; el enfrentamiento entre pandillas y bandas criminales en los barrios del sur; el aumento considerable de la mendicidad y la indigencia; el secuestro extorsivo a personas y vehículos; la procacidad verbal sobre todo en los escenarios deportivos con el célebre “corito celestial” y asimismo el vandalismo y la barbarie de las turbas al salir del estadio.
Los continuos accidentes de tránsito ocasionados por el licor y la imprudencia, y en fin, muchas cosas más, nos dan base para pensar que algo anda mal, pues la quiebra de los valores y principios éticos y morales, es evidente. Las cárceles y lugares de reclusión están abarrotados y las autoridades no alcanzan a detener ya la alarmante ola delincuencial.
Oremos, pues, e intercedamos ante Dios por Barranquilla para que cesen la impiedad, la inseguridad y la violencia, y vuelvan la paz, el amor y la concordia para todos. Que así sea.
Escrito por el hermano JOSE L. ANGULO MENCO,
filosofo, escritor, especialista en Ciencias Religiosas y Sagradas Escrituras y docente universitario.
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