III Jesús y los Esenios
Respecto de los Esenios tenemos poca información histórica. Flavio Josefo habla de ellos en la versión griega de sus escritos, pero estos detalles no aparecen ni en su obra judía Yessipon ni en la versión latina cristiana. Los tratados del Talmud son también totalmente silenciosos a este respecto, al igual que los evangelios y el Nuevo Testamento entero, a pesar de que estos escritos mencionan a las otras dos sectas judías de las cuales ya nos ocupamos anteriormente y que son los Fariseos y los Saduceos.
Filón hace también mención de los Esenios. De estos autores podemos determinar lo que sigue: Esta secta parece haber tenido su inicio en el siglo II a. C., y parece haber desaparecido con la destrucción de Jerusalén. Por la época de Cristo, estaba constituida por hombres que se daban al ascetismo en mayor o en menor grado.
Con la esperanza de escapar a las impurezas rituales, se constituían en colonias separadas. El desierto de Judá, en las cercanías de Engadí era su lugar favorito de residencia, aunque estaban también establecidos en diferentes pueblos de Judá.
El que entraba a la comunidad abandonaba todos sus bienes. Leían constantemente la ley de Moisés y se esforzaban en observarla en todos los detalles de su existencia. Vivían, vestían y se alimentaban de forma sencilla. Se dedicaban a la agricultura y a otros trabajos útiles. Los Esenios subvenían sus propias necesidades y prácticamente podían vivir sin utilizar el dinero. Cuando viajaban eran hospedados y alimentados gratuitamente por los miembros de la comunidad en los otros lugares. No poseían esclavos, pues no reconocían diferencias de condición, excepto en el plano moral, en el que distinguían entre puros e impuros. Los Esenios no menospreciaban el matrimonio, pero se abstenían de él, a excepción de algunos entre ellos.
Prometían honrar a Dios, ser justos hacia el prójimo, no herir a nadie, ni siquiera cuando eran provocados, detestar el mal, alentar el bien, ser leales, especialmente hacia las autoridades, amar la verdad, desenmascarar a los hipócritas, no hurtar nada, abstenerse de toda ganancia ilícita.
Duppont-Sommer pretende que el “Maestro de Justicia” de la comunidad esenia fue el prototipo de Jesucristo, y el esenismo fue la fuente de inspiración del Cristianismo. De esta manera, el Cristo perdería su carácter único y divino, y el Cristianismo dejaría de tener su singularidad como religión revelada.
No es de extrañar que Duppont-Sommer y el erudito israelita Sukenik propusieran esta hipótesis, pero lo que sí es sorprendente es que carente de fundamento como es esta hipótesis, haya sido aceptada por profesos creyentes católicos y protestantes. Esta hipótesis es rebatida entre otros autores por González Lamadrid (“Los descubrimientos del Mar Muerto”, 1973). En efecto, nada permite pensar que los Esenios fueran otra cosa que un movimiento judío extremadamente legalista, hasta el punto que puede calificarse en justicia de “forma superlativa del fariseísmo”.
Según las investigaciones arqueológicas, el examen atento de los escritos de Qumrán arroja un acusado contraste con todo el conjunto del Nuevo Testamento, salvando los evidentes paralelismos con los puntos de contacto que aparecen en los rollos del mar Muerto con el Antiguo Testamento y todo su trasfondo de esperanza mesiánica.
Las divergencias entre Qumrán y el Nuevo Testamento son tales que es imposible la suposición de que este tenga su inspiración en el primero. Tanto la persona radiante del Señor Jesucristo como sus enseñanzas liberadoras y autorizadas, sobre todo su muerte redentora y su gloriosa resurrección, cierran el paso a la idea de que todo ello hubiera podido surgir del sistema legalista esenio, de una factura tan divergente.
Escrito por el hermano JOSE L. ANGULO MENCO, filosofo, escritor, especialista en Ciencias Religiosas y Sagradas Escrituras y docente universitario.
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