DE BOYACA EN LOS CAMPOS…
La memoria de quienes en el pasado ofrendaron sus valiosas vidas por legarnos una Patria libre y más noble y digna, es algo que jamás deberá desaparecer de nuestros recuerdos.
Hoy 7 de agosto del año 2023, cuando se cumple una fecha más de la gran gesta que selló la libertad total y definitiva de nuestra nación y borró todo vestigio de dominación española en suelo americano, nuestro corazón y nuestra mente deben estar ligados a este recuerdo inmortal.
Si Thomas Carlyle, el gran filósofo e historiador inglés escribió su magistral, pero individualista obra “Culto a los Héroes”, nuestro propósito aquí no es preconizar un culto semejante, pues esto se llama Antropolatría, es decir adoración de hombres, sino solamente expresar nuestra gratitud sencilla y humilde hacia aquellos anónimos, pero valientes y aguerridos soldados que a filo de lanza y de machete, semidesnudos como míticos y legendarios héroes emergidos de la Ilíada forjaron nuestra emancipación o independencia: indios, negros, mulatos, zambos, criollos y mestizos que cayeron heroicamente en los campos de Boyacá y Casanare, Junín, Pichincha y Ayacucho, Carabobo, Pantano de Vargas y mil batallas más en que se derramó a caudal la sangre de nuestros libertadores.
El pueblo, en su vivir cotidiano e indiferente, ha relegado al olvido en una actitud ingrata e indolente a estos hombres, ignorando y pasando por alto, que gracias a ellos, hoy disfrutamos de la libertad que tenemos. Hay que luchar contra esa ingratitud y contra ese olvido indolente. Que el recuerdo de nuestros héroes no este confinado solo a los fríos y muertos anaqueles de una biblioteca, en una Academia de Historia, y que el patriotismo aflore no solo en las competencias deportivas como el futbol y el ciclismo, sino que sea algo vivo y latente todos los días en el alma de nuestro pueblo.
Decía muy acertadamente Don José Ortega y Gasset que la diferencia entre el hombre y el animal consiste en que el Hombre tiene Historia y el animal no la tiene. El hombre es un ser histórico por naturaleza. Si no queremos seguir hundidos en la barbarie de un presente sin dignidad y sin criterio, debemos imprimirle un poco más de sentido histórico a nuestras vidas.
Gratitud, pues, a nuestros héroes. Y para este 7 de agosto:
1.º. Izar el pabellón nacional
2.º. Elevar una oración ferviente al Altísimo por el alma y eterno descanso de todos aquellos que, a semejanza o imitación de Cristo, inmolaron su vida por nosotros, pues como dice el Evangelio: “Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos”. (Juan,15, 13).
Escrito por el hermano JOSE L. ANGULO MENCO,
filosofo, escritor, especialista en Ciencias Religiosas y Sagradas Escrituras y docente universitario.
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