Ignorado por una gran parte de nuestra sociedad, a sus 98 años, falleció hace unos días en un hogar geriátrico, el guardián de la historia de Barranquilla: Don Alfredo de La Espriella, paradójicamente víctima de Alzheimer, quizás mejor para no recordar el rechazo, la desidia y la indolencia de quienes muchas veces lo apartaron por su actuar en defensa de lo que significó la ciudad.
De muchas formas – por ejemplo, sus escritos como la columna “Imagen Temporal de Barranquilla” o el bando del carnaval; sus sainetes y comedias cargadas de sátira, humor y voz cadenciosa; sus audiovisuales grabados para Uniautónoma y emitidos por Telecaribe – pudimos aprender lo que llamaba los “Hitos imponderables” de la ciudad.
El “Bandolero Mayor” nos recordaba siempre que Barranquilla fue pionera en el país en muchos aspectos: en la navegación de vapor por el río Magdalena, en los servicios de aduana (la primera en Sabanilla), en el tranvía del Ingeniero Cisneros, en la aviación comercial (Scadta fue la segunda aerolínea comercial en el mundo después de KLM, en Holanda), en el correo aéreo, en la radio con la Voz de Barranquilla de Elías Pellet Buitrago, en comunicaciones con la primera empresa de telefonía de William Ladd; en el fútbol que trajo Arturito de Castro de Inglaterra, en diseño urbanístico (con el barrio El Prado de Karl C. Parrish), en movilidad (Arturo de Castro padre trajo el primer automóvil particular y Manuel Rodríguez Diago el primer taxi. Luego se instaló el primer semáforo), en comercio (la primera Cámara de Comercio con Gastón Abello y la primera Zona Franca con Julio Gerlein Comelín), en cinematografía que trajo el italiano Floro Manco, en hotelería internacional (El Prado) y en empresas públicas municipales con Samuel Hollopeter, entre otros muchos.
También conocimos con Don Alfredo los detalles de todas esas migraciones de alemanes, italianos, españoles, norteamericanos, judíos y árabes que llegaron y engrandecieron a nuestra ciudad.
Qué orgullosas estarían y cuánto sentido de pertenencia poseerían las nuevas generaciones de barranquilleros y, además, qué admiración y envidia experimentarían los visitantes si supieran de toda esa historia que fuimos olvidando para dar paso al “progreso” que ha convertido a una parte de Barranquilla en una especie de “nueva Miami”, como si no hubiera ya muchas“Miami” en otras partes del mundo.
En esa nueva etapa de la ciudad, Don Alfredo se volvió “incómodo”. Era un “loco” que seguía encaprichado con en el pasado de Barranquilla. Como ese otro “loco” de Elias Chegwin que corría incansable bajo el sol, por la pista atlética del estadio de fútbol, con una bandera de la ciudad mientras cantaba a todo pulmón el himno de Barranquilla que sonaba en los parlantes del estadio y que cada vez que nos veía estampaba una pequeña calcomania en nuestra camisa con la bandera de la ciudad.
Que “locos” aquellos! ¡Por Dios, cómo olvidamos todo eso!
Pero como la historia suele repetirse, hay un nuevo “loco” (ahora le dicen “City Lover”: amante de la ciudad). Es Johnny Insignares, un joven que recorre las calles del barrio El Prado y del centro, relatando a propios y extraños su antigüedad.
Existe ahora una gran oportunidad para, entre todos, reivindicar el nombre y la obra de Alfredo de La Espriella: por estos días el Museo Romántico, por fin, está siendo restaurado. Es hora de agregar su nombre al museo y que las entidades públicas, empresas privadas, academia y medios lo apoyen decididamente, dejando su manejo a esos jóvenes “locos” del grupo de “Vigías del Patrimonio”.
¡Se lo debemos a Don Alfredo…! Se lo debemos a Barranquilla…!
Por Víctor Herrera Michel Abogado-Periodista. Autor de los libros Como Ganar las Elecciones y Manual del Candidato Ganador. Ganador del premio nacional de periodismo Analdex/Proexport 2012. Ha sido catedrático universitario, presentador de diversos programas en Telecaribe y columnista en varios medios de comunicación impresos y digitales. Actualmente es director del Noticiero de la Gente que se emite por la Voz de la Patria Celestial. @vherreram
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