Por. Javier Ahumada Bolívar
Aquel 30 de septiembre de 2003, José Castillo Bolívar, se levantó presuroso pasada las seis de la mañana. Como todos los días, tenía una cita ineludible. El día anterior estuvo hasta altas horas de la noche visitando barrios exponiendo a los vecinos las diferentes propuestas de su programa de gobierno como candidato a la alcaldía de Soledad. Llegó al baño, se cepilló los dientes y salió al patio del segundo piso, donde más de un centenar de pájaros con cantos disímiles lo esperaban. —Por qué estarán triste— se preguntó. La mayoría eran canarios, timbrados y flautas a los que cuidaba con esmero. Esa era su pasión. Precisaba cada detalle, sacaba el recipiente que contenía el alpiste, lo colaba a unos centímetros de su boca, soplaba y entonces salían solo las cascaras y volvía a llenar el recipiente con la cantidad suficiente que duraba hasta el siguiente. Aprendió el idioma de los pájaros. Descubría que algunos iban a ser padres. Hablaba con ellos, los alentaba y él le manifestaba sus pesares, las alegrías efímeras, los sueños del futuro, de cómo iba la campaña, les preguntaba cosas que solamente los pájaros le podían responder y que solo él podía entender. En esas andaba, absorto cuando Rosa Stella, su compañera de 12 años, le pegó un grito que interrumpió la magia de la conversación entre un ser humano y puñado de aves.
—José Luis, te están buscando unos señores.
No se despidió de ellos. Bajó las escaleras para llegar a sala. Estaba descalzo, tenía una pantoleta negra y una camiseta color gris.
—Quienes son. Preguntó mientras pasaba las manos por la cabeza para no sentirse despelucado.
—Ah no sé. Le contestó Rosa, mientras endulzaba una taza de café con leche para su marido.
Abrió la reja y sí, ahí estaban dos líderes que madrugaron para agregarse a la campaña y convocar, lo más pronto, una reunión, para presentarles sus votantes. En 26 días se celebrarían las elecciones regionales en Colombia. Cuando comenzó a acercarse para saludarlos, una mano siniestra se coló entre las rejas de la terraza, adornada con plantas y sillas de madera rústica, y le descargó una pistola nueve mililitros, sobre su humanidad. Cayó de bruces al piso y la muerte soberbia se lo llevó en su regazo. Desde ese día los pájaros dejaron de cantar.
30 de septiembre de 2023, escrito con un nudo entre los dedos.
Para Jose in memoriam
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Uy Javi, José siempre está espiritualmente entre nosotros y esa mano siniestra si aún vive no tendrá nunca paz , segura si estoy que José Castillo dejó un gran legado y sus familiares y amigos lo extrañamos, yo también tengo un nudo en la garganta 🙏