San Pablo y los filósofos

De una manera muy explícita nos hablan las Sagradas Escrituras de la confrontación que Pablo tuvo en Grecia con los filósofos atenienses. Dice el libro de Hechos 17:18: “Mientras Pablo los esperaba en Atenas, su espíritu se enardecía viendo la ciudad entregada a la idolatría.  Y algunos filósofos de los epicúreos y de los estoicos disputaban con él…”.

Los epicúreos, dice la Historia de la Filosofía, eran una escuela de filósofos que derivaban su nombre de Epicuro, que había tenido su “jardín” en Atenas. Su teoría era que el objetivo de la vida humana debía ser el de experimentar emociones placenteras, y que el epítome de la felicidad era la tranquilidad apacible de la mente. Su clave era experiencia, no la verdad.

Por su parte los estoicos eran una secta de filósofos de Grecia, fundada por Zeno de Citium (Chipre). Él nombre “estoicos” viene de Stoa, el porche en Atenas donde el filósofo se reunía con sus discípulos. Enseñaba que había un Ser Supremo, pero que había muchos dioses subordinados, y que el hombre tenía facultades similares a los dioses. Debían conducirse por el intelecto, y no se tenía que dar consideración ni a los placeres ni a los sufrimientos corporales. Las características fundamentales de los estoicos eran el panteísmo, el fatalismo y el orgullo.

Pablo intentó hacer volver el pensamiento de los atenienses de sus filosofías inventadas, y de sus ídolos hechos de mano, al Dios único y verdadero. Y les predicaba el Evangelio, diciendo:

“El Dios que hizo el mundo y todas las cosas que en él hay, siendo Señor del cielo y de la tierra, no habita en templos hechos por manos  humanas, ni es honrado por manos de hombres, como si necesitase de algo; pues él es quien da a todos vida y aliento y todas las cosas.

Y de una sangre ha hecho todo el linaje de los hombres, para que habiten sobre toda la faz de la tierra; y les ha prefijado el orden de los tiempos, y los límites de su habitación; para que busquen a Dios, si en alguna manera, palpando, puedan hallarle, aunque ciertamente no está lejos de cada uno de nosotros.

Porque en él vivimos, y nos movemos, y somos; como algunos de vuestros propios poetas también han dicho: Porque linaje suyo somos. Siendo, pues, linaje de Dios, no debemos pensar que Divinidad sea semejante a oro, o plata, o piedra, escultura de arte y de imaginación de hombre.” (Hechos 17, 24-29)

Los atenienses escuchaban a Pablo con cierto grado de escepticismo. Más algunos creyeron juntándose con él; entre los cuales estaba Dionisio el areopagita, una mujer llamada Dámaris, y otros con ellos.

Esto demuestra la importancia de estudiar cualquier filosofía a la luz de la Palabra de Dios, pues por muy ilustres que fueran los epicúreos y los estoicos sus pensamientos estaban distanciados de la verdad, pues les hacía falta el conocimiento de Dios. Y a la luz de los estudios actuales interdisciplinarios, se ha demostrado como una ciencia complementa la otra, en nuestro caso particular, sería el aporte de la Teología Cristiana a la Filosofía.

Escrito por el hermano JOSE L. ANGULO MENCO, filosofo, escritor, especialista en Ciencias Religiosas y Sagradas Escrituras y docente universitario.

Cartas y Epístolas. Didáctica de la Palabra

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