El Evangelio y los Evangelios

La palabra “evangelio” significa originalmente la recompensa por una buena noticia y luego viene a significar la buena noticia en sí misma. En el Antiguo Testamento solo se emplea el verbo “evangelizar” en sentido teológico para designar la noticia gozosa de que Yahvé ha comenzado a reinar (Is. 52,7). El mensaje de nuevas alegres trae a los desgraciados la buena noticia y proclama el año de gracia del Señor (Is, 61, 1s).

El Nuevo Testamento afirma que este mensajero de alegrías prometido en la Escritura es Jesús. Él lee públicamente en la sinagoga las palabras de Is 61, 1s y añade la breve frase: “Hoy, en vuestra presencia, se ha cumplido este pasaje” (Lc. 4,16-21). Con esto han llegado a hacerse realidad las palabras de la Escritura y ha comenzado el tiempo de gozo.

 A diferencia del concepto de “evangelio” y “evangelizar” que existía en el mundo helenístico, la comunidad cristiana proclama que no hay mas que un solo evangelio (Gál , 6-9), el mensaje sobre el Cristo crucificado  y resucitado (1 Cor 15,3-5), quien es proclamado como el Hijo de Dios y el Kyrios (Rom 1, 3s). Con el nombre de “evangelio” se designa no solo el contenido, sino también el acto mismo de la proclamación, como vemos claramente por la yuxtaposición de ambas significaciones en 1 Cor 9: “Vivir del evangelio; (v.14) significa vivir del hecho de proclamar el evangelio”; “el derecho que me confiere el evangelio” significa la autoridad que tiene el mensajero del evangelio (v. 18b).

Ahora bien, cuando Pablo dice “predicar el evangelio ofreciéndolo de balde” (v.18a) entonces -lo mismo que en la expresión “anunciar el evangelio” (v.14) – se está refiriendo al contenido de la buena nueva, que no debe involucrarse ni gravarse con ninguna otra cosa. Por consiguiente, el evangelio no solo proporciona información de acontecimientos pasados, sino que proclama la presencia de la salvación y es, por tanto, acontecimiento de salvación.

El testimonio desarrollado por los Evangelios es un único evangelio. Cuando al compilar el canon, se proveyó de epígrafes a los distintos libros, se dijo consecuentemente:

Evangelio según Mateo, según Marcos, según Lucas, según Juan. El único evangelio según un cuádruple testimonio: un testimonio que cada uno de los cuatro evangelistas ofrece a su manera. La empresa del sirio Taciano de componer con los cuatro libros una armonía de los Evangelios fue una empresa movida por la viva persuasión de que no existe mas que un solo evangelio. Sin embargo, a partir de mediados del siglo II, se desplazó el interés, al asociar a los materiales transmitidos por los evangelios canónicos anécdotas legendarias, palabras apócrifas de Jesús, historias presentadas al estilo de memorias y muchas otras cosas, de suerte que quedó relegado el carácter de proclamación y surgió una tradición sobre Jesús creada libremente. La Iglesia Antigua, al no reconocer esas obras ni aceptar en el canon mas que los cuatro Evangelios, adoptó, por tanto, una decisión muy bien fundada.

En el siglo II se operó un cambio en la manera de expresarse, ya que Justino, Ireneo y otros no solo hablaban del único evangelio, sino que también llamaban evangelios a los escritos que informaban acerca de la Predicación, pasión y resurrección de Jesús, de suerte que desde entonces se empezó a hablar de cuatro Evangelios. Y con ellos se empleó el concepto de “evangelio” para designar a los cuatro libros recibidos en el canon, como testimonios que son de la historia de Jesús.

Conclusiones:

  1. El Evangelio de Dios es eterno. Fue predicado por Noé, antes del Diluvio, para arrepentimiento de los hombres, pero ninguno se convirtió.
  2. Será predicado en todo el mundo para testimonio a todas las naciones, antes de la segunda venida de Cristo, es decir, antes del fin (Mateo 24:14).
  3. Será predicado aún por los ángeles:

“Vi volar por en medio del cielo a otro ángel, que tenía el evangelio eterno para predicarlo a los moradores de la tierra, a toda nación, tribu, lengua y pueblo, diciendo a gran voz: Temed a Dios y dadle gloria, porque la hora de su juicio ha llegado” (Apocalipsis 14:6 y 7).    

Escrito por el hermano JOSE L. ANGULO MENCO, filosofo, escritor, especialista en Ciencias Religiosas y Sagradas Escrituras y docente universitario.

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