Cristo abre la puerta

Por: *José L. Angulo Menco

Quizás ningún otro acontecimiento haya suscitado hoy tanto interés y expectativa histórica como este de la segunda venida de nuestro Señor Jesucristo a la tierra, y el rapto de su iglesia. 

Jesucristo está a la puerta. Es inminente su venida, la Parusía o su manifestación a los hombres para los últimos tiempos. 

En Apocalipsis 3:20 se lee “He aquí yo estoy a la puerta y llamo…” Sí. Jesucristo está a la puerta y está llamando a los hombres a la salvación. 

Grandes profetas contemporáneos, como Diego Ortiz, el Yiye Ávila, T.B. Joshua, Sid Roth, entre otros, nos han hablado de este acontecimiento que está para cumplirse. 

Guerras 

Es innegable y evidente que estamos viviendo los últimos días de la humanidad. La Biblia nos dice que antes del diluvio -lo mismo que hoy- los hombres se habían vuelto violentos y la maldad subía hasta los cielos, atrayendo así la ira de Dios sobre la tierra. La ola de delincuencia y de maldad que azota hoy a la tierra nos confirma esto. 

Dentro de ese contexto de horror y de crueldad se enmarca hoy la brutal agresión por parte de Rusia contra la indefensa y pequeña nación de Ucrania, guerra peligrosa que atenta contra la paz mundial y es presagio apocalíptico de una guerra nuclear y definitiva que daría al traste con nuestro planeta tierra.

Como en los días de Noé, de Sodoma y Gomorra 

Por otra parte, la señal de Sodoma y Gomorra, el homosexualismo imperante hoy en casi todos los países del mundo, es prueba de la decadencia ética y moral en que se encuentra sumida la humanidad. 

La Palabra nos dice que como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del Hombre. Porque como en los días antes del diluvio estaban comiendo y bebiendo, casándose y dando en casamiento hasta el día en que Noé entró en el arca, y no entendieron hasta que vino el diluvio y se los llevó a todos, así será también la venida del Hijo del Hombre.

El hombre contemporáneo vive inmerso en una serie de acontecimientos y espectáculos como el cine, la televisión, farándula, deportes, diversiones y placeres en general que le impiden ver, o le borran la expectativa de la venida de Cristo. Contra tal actitud nos parecen muy apropiadas las palabras del Evangelio de San Lucas 21:34 cuando dice: 

                              “Mirad también por vosotros mismos, 

                               que vuestros corazones no se carguen 

                               de glotonería y embriaguez y de los 

                               afanes de esta vida, y venga de repente 

                               sobre vosotros aquel día”. 

Fenómenos

Grandes fenómenos telúricos y naturales como terremotos, derrumbes, huracanes, tempestades, inundaciones, sacuden hoy el planeta. 

Fuertes oleados de calor e incendios forestales azotan a España, Portugal, Francia, Reino Unido, Grecia, Italia, Bélgica y otros países del viejo continente, extendiéndose esta enorme conflagración hasta Asia y África. El mundo arde en llamas. 

Los polos derritiéndose y causando inestabilidad y desequilibrio en el eje terráqueo.  

Migraciones y desplazamientos humanos como la de millones de latinos hacia Estados Unidos en pos del sueño americano o la de miles de africanos atravesando el mar Mediterráneo, buscando refugio y siendo rechazados en Europa. Hambres, revueltas y tumultos por todas partes. 

Enfermedades y pandemias como el COVID, el sida, la viruela símica o del mono y otras, son hechos indicativos de la conmoción y crisis devastadora que vive actualmente como castigo la humanidad. 

En la Segunda Carta de Pablo a Timoteo (3:1-4,13) el apóstol nos presenta un mosaico del carácter de los hombres en los postreros días, y nos dice: 

“También debes saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos” 

Porque habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin afecto natural, implacables, calumniadores, intemperantes, crueles, aborrecedores de lo bueno, traidores, impetuosos, infatuados, amadores de los deleites más que de Dios, más los malos hombres y los engañadores irán de mal en peor, engañando y siendo engañados. 

Si hacemos una radiografía de esto, a la luz de la palabra de Dios, nos da como resultado que a la mayoría de los hombres contemporáneos los identifica hoy esa naturaleza pecaminosa y carnal. 

Por último, el tiempo del fin

“En aquel tiempo se levantará Miguel, el gran príncipe que está de parte de los hijos de tu pueblo; y será tiempo de angustia, cuál nunca fue desde que hubo gente hasta entonces; pero en aquel tiempo será libertado tu pueblo, todos los que se hallen escritos en el libro. 

Y muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados, unos para vida eterna, y otros para vergüenza y confusión perpetua. 

Los entendidos resplandecerán como el resplandor del firmamento; y los que enseñan la justicia a la multitud, como las estrellas a perpetua eternidad. 

Pero tú, Daniel, cierra las palabras y sella el libro hasta el tiempo del fin. Muchos correrán de aquí para allá y la ciencia se aumentará. 

Y yo Daniel miré, y he aquí otros dos que estaban en pie, el uno a este lado del río, y el otro al otro lado del río.  

Y dijo uno al varón vestido de lino, que estaba sobre las aguas del río: ¿Cuándo será el fin de estas maravillas? 

Y oí al varón vestido de lino, que estaba sobre las aguas del río, el cual alzó su diestra y su siniestra al cielo, y juró por el que vive por los siglos, que será por tiempo, tiempo, y la mitad de un tiempo. Y cuando se acabe la dispersión del poder del pueblo santo, todas estas cosas serán cumplidas. 

Y yo oí, más no entendí. Y dije: Señor mío, ¿Cuál será el fin de estas cosas? 

Él respondió: Anda, Daniel, pues estas palabras están cerradas y selladas hasta el tiempo del fin. 

Muchos serán limpios, y emblanquecidos y purificados; los impíos procederán impíamente, y ninguno de los impíos entenderá, pero los entendidos comprenderán.  

Y desde el tiempo que sea quitado el continuo sacrificio hasta la abominación desoladora, habrá mil doscientos noventa días. 

Bienaventurado el que espere, y llegue a mil trescientos treinta y cinco días. 

Y tú irás hasta el fin, y reposarás, y te levantarás para recibir tu heredad al fin de los días”. (Daniel 12: 1-13)  

“He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra” 

(Apocalipsis 22:12). 

* JOSE L. ANGULO MENCO, es filosofo, escritor, especialista en Ciencias Religiosas y Sagradas Escrituras y docente universitario.

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