Sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación. (1 Pedro 1:18-19).
Cuando escuchamos que una persona fue secuestrada y que su familiar pagó cierta cantidad de dinero por su rescate, quizás se nos ha venido a la cabeza la pregunta de ¿Cuál es el precio de una persona?
Ahora bien, por otra parte ¿por qué los familiares pagan el rescate? Porque sienten que la vida de su familiar está en peligro y están dispuestos a pagar el dinero que sea necesario con tal de salvar a su familiar, con tal de volver a abrazar y ver a su ser querido.
Pues si nos parece heroico pagar un rescate con bienes materiales, ahora pongámonos a pensar en el precio que pagó Cristo por nosotros.
Estábamos secuestrados
Jesús nos vio secuestrados por el pecado, nos vio privados de nuestra libertad, nos vio encadenados por la maldad, así que no dudó en pagar el precio de nuestro rescate, pero como para Él somos invaluables porque nos ama infinitamente, decidió pagar con su propia vida nuestro rescate, porque quería salvarnos, porque quería volver a abrazarnos, porque quería volvernos a ver en el Reino Celestial.
Cuán admirable es el amor de Jehová al mandar a su hijo a pagar nuestra deuda y el amor de Jesús al no dudar a en dar su vida por nosotros, no existe un acto más valioso que ese. Nuestro Padre quería volver a tenernos cerca, quería salvarnos, quería rescatarnos así que pagó con lo más valioso que tenía, su hijo unigénito.
Así que no se puede responder la primera pregunta, no existe definitivamente, no se puede calcular el precio de nuestro rescate. Démosle gracias a Cristo por pagar el precio de nuestro rescate y no abandonarnos.
Dios te Bendiga. Arcenio Salazar
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