La Palabra y los días

Meditación de fin de año

La circunstancia de concluir un año más, en el paso del tiempo, nos da motivos para tejer algunas reflexiones en torno a la Palabra de Dios, con relación a nuestras vidas. Dice el profeta Isaías: “Sécase la hierba, marchítese la flor; más la palabra del Dios nuestro permanece para siempre” (Is. 40:8). Sí. Todo pasa, menos su Palabra que permanece incólume. Es por eso que nuestra existencia se va diluyendo con el correr de los días sin darnos cuenta, sobre todo en nuestro país, por lo que se hace necesario considerar estas sabias palabras de San Pablo en Efesios 5:16: “Aprovechad bien el tiempo, porque los días son malos”.

Al menos para Colombia, los días son así, por la violencia, el hambre, el desempleo y este año no solo en nuestro país, sino en todo el mundo, la pandemia ha dejado mucho dolor y aún genera incertidumbre.

Parece ser que no nos queda otra alternativa que la de enmendar nuestros errores y malos caminos y pensar en esto que dice San Marcos: “El tiempo se ha cumplido. Arrepentíos y cree en el Evangelio” (Mc. 1: 15)

En 1923 el célebre filósofo alemán Martín Heidegger escribió su monumental obra “Ser y tiempo” para develar o descubrir lo que es este en relación con aquel. Pero como la Filosofía solo plantea problemas, y nunca los resuelve, el ser y el tiempo, continuaron siendo categorías inescrutables para el hombre. Misterios insondables, pues la alternancia de días en noche y noches en días no son el tiempo, sino apenas fenómenos naturales que se suceden dentro del tiempo.

Más adelante el mismo Heidegger definió al hombre como un ser para la muerte. En un extremo de filosofía pesimista e inmanente, si se quiere atea, no alcanza a vislumbrar la verdad de aquel hombre llamado Cristo, que venció el poder de la muerte y resucitó victorioso de ella, dándonos así esperanza de resurrección y salvación a todos los que creemos en él.

Karl Jaspers concibe la vida del hombre como una “situación límite” y esta situación límite no es otra cosa que la muerte. Todo termina con ella. Y es así como el salmista dice: “Los días de nuestra edad son setenta años: y si en los más robustos son ochenta años, con todo, su fortaleza es molestia y trabajo, porque pronto pasan, y volamos. Enséñanos de tal modo a contar nuestros días, que traigamos al corazón sabiduría”.  (Salmo 60:10 y 12)

Pero dejemos de lado estas consideraciones tristes y melancólicas, sobre todo para una época que debe ser de regocijo y alegría y digamos más bien con el dulce cantor de Israel:

“Tú coronas el año con tus bienes…” (Salmo 65:11) Y también: “Bendice, alma mía, a Jehová y no olvides ninguno de sus beneficios”. (Salmo 103:2). Demos gracias a Dios por este año que concluye y preparémonos para recibir el nuevo año con alegría, gozo, paz y esperanza en Cristo Jesús. Amén.

Escrito por el hermano JOSE L. ANGULO MENCO,
filosofo, escritor, especialista en Ciencias Religiosas y Sagradas Escrituras y docente universitario.

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